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El debate público

CDMX, esos acelerados

Ricardo Becerra

La Crónica

06/03/2016

¿Para que atender asuntos que no me corresponden? ¿Para que anticipar el futuro, ese incierto tiempo que rebasa el borde de mi administración, de mi tránsito burocrático, sea un trienio o un sexenio?
En el curso de la discusión del futuro de los terrenos que dejará el aeropuerto de la Ciudad de México, he escuchado esta frase de varios funcionarios importantes y de todos los niveles, en privado y sorprendentemente, en público: ¿para qué abordar temas, arriesgar esfuerzos, trabajo y definiciones si es obvio que ya, “les tocará a otros”?
En tiempos antiguos, a esto se le llamaba cortoplacismo: la manía de los administradores públicos por atender solo lo que encarga el jefe, lo inmediato o lo urgente, sin darse tiempo para pre-ver problemas, incluso los inevitables, los más probables y los de mayor dimensión.
Nos está volviendo a pasar. Según la promesa del Gobierno Federal, el 20 de octubre del 2020 a las siete de la mañana aterrizará el primer avión en el nuevo –rutilante- aeropuerto de Texcoco.
¿Es demasiado precipitado comenzar a discutir públicamente sobre el espacio concomitante, el que dejará de ser un puerto aéreo enclavado en el corazón del oriente de la Ciudad? Cuatro años y siete meses ¿es de veras tan remoto plazo como declara el Secretario de Comunicaciones y Transportes?
Informemos a guisa de ejemplo: la discusión sobre la reconversión del aeropuerto Tempelhof en Berlín, Alemania, comenzó ¡en 1994! mediante estudios y encuestas convocados por la propia alcaldía de la Ciudad y sobre un terreno que es la mitad del que abarca el Benito Juárez de la Ciudad de México. El aeropuerto teutón cerró en 2008 y el plan fue votado en 2014, en medio de tres elecciones para alcalde y a nadie, en Alemania se le ocurrió decir “es demasiado pronto” o peor “a mi no me tocará”.
Austin cinco años; San Antonio seis, con terrenos mucho más pequeños. Así que la comparación internacional no deja dudas: en México vamos tarde, porque transformaciones urbanas tan grandes –al menos en países democráticos- no pueden ser el resultado de una decisión vertical –desde arriba-, desde un despacho de afamados arquitectos o desde los cúbicos gabinetes gubernamentales, porque el reciclamiento de un aeropuerto en una Ciudad importante, implica una labor de reconocimiento, escucha y persuasión social de una complejidad política mayúscula, de esas a las que no estamos acostumbrados.
De allí la original importancia del documento laopiniondelaciudad.mx, el primer entregable para documentar las decisiones –cualquier decisión- que se tomen en torno a esa gran área geográfica.
El gobierno federal no le preguntó a nadie (santo y bueno), pero la Ciudad no puede darse ese lujo autocrático: aquí hay que hacer una escucha y una indagatoria para imaginar qué será de las 710 hectáreas que abandona el aeropuerto sin rodeos ni simulaciones.
El resultado de la primera exploración a la Ciudad (que lleva siete meses) inclina ya decisiones muy relevantes: el agua es el tema crítico para cualquier cosa que quiera desarrollarse en ese espacio; subrayo, para cualquier proyecto el agua su utilización y la dotación a millones de pobres del oriente, es la única certeza del nuevo futuro; el gobierno de la Ciudad tiene preeminencia sobre el destino de los terrenos, por mucho que el Gobierno federal reclame la “propiedad”; hay que instalar ya, la instancia de coordinación y decisión para la planeación metropolitana de un enorme terreno cuyo cambio afectará cuando menos 10 delegaciones y municipios inmensos, los más poblados del país; el aeropuerto actual ya no ofrece posibilidades de desarrollo o crecimiento para un área en la que vive la cuarta parte de la población de la Ciudad y, finalmente, en el terreno del aeropuerto se puede y se debe depositar la imaginación jurídica y política para un nuevo tipo de orden fiscal y de uso de suelo (más equitativo y menos depredador) a plasmarse en la nueva Constitución.
El terreno es vital, el momento es crítico y vamos tarde. Las definiciones deben comenzar, ojalá, con el acercamiento auténtico de aquello que opina la Ciudad.