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El debate público

Clov y Hamm

 

 

José Woldenberg

Reforma

02/11/2017

 

Clov y Hamm, los personajes de Final de Partida de Samuel Beckett, han vuelto luego de sesenta años pero lucen igual que antes. (Nueva Visión. Buenos Aires. 1969). Hamm ha dejado la silla de ruedas y junto a él se debe ver un bastón. Se encuentran frente a frente en una mesa de café. No les han servido alimentos. Entre uno y otro solo se encuentra una azucarera inerte. También unas servilletas blancas. Y si el director lo requiere puede agregar algunos periódicos del día extendidos sobre la mesa.

Clov: Vayamos al punto sin rodeos.

Hamm: Sí, los rodeos cansan.

Clov: Hay que poner orden.

“Hamm: ¡Orden!”

“Clov: Me gusta el orden. Es mi sueño. Un mundo donde todo esté silencioso e inmóvil y cada cosa ocupe su último lugar bajo el polvo último”.

Hamm: No te conocía esa elocuencia.

Clov: Tenemos que decidir.

Hamm: No tenemos opción.

Clov: Yo digo que sí.

Hamm: Yo digo que no.

Clov: Será difícil entonces ponernos de acuerdo.

Hamm: Los míos están convencidos del No.

Clov: Los míos del Sí.

Hamm: Cede y serán felices. Pasarán en forma automática al bando de los piadosos.

Clov: Ustedes súmense a nosotros. Se convertirán, en un abrir y cerrar de ojos, en los muchachos buenos de las películas malas.

Hamm: No. Tenemos la razón.

Clov: ¿La razón?

Hamm: Si, la razón.

Clov: Construyes un laberinto sin salida.

Hamm: Si no tiene salida no es laberinto, es cárcel.

Clov: Creo que nos alejamos del tema.

Hamm: Siempre sucede.

Clov: Hay un método infalible, votar.

Hamm: ¿Votar?

Clov: Si, votar, que decida la mayoría. Una vieja fórmula, insípida, incolora e inodora, pero que evitará que nos agarremos a golpes o peor aún que nos tiremos de las greñas.

Hamm: Te estás volviendo muy sagaz. Convoquemos a todos y votemos pues.

Clov: De acuerdo.

Hamm: El voto deberá ser secreto.

Clov: Por supuesto que no; abierto y público.

Hamm: Un pleonasmo. El voto secreto es el único que se ejerce sin presiones. Es un voto de conciencia.

Clov: Pero debe ser transparente.

Hamm: Si es transparente no puede ser secreto.

Clov: En efecto, pero queremos saber cómo vota cada uno.

Hamm: El voto secreto es un voto blindado.

Clov: Pero temo que compres a los míos.

Hamm: ¿Dudas de los tuyos?

Clov: No estoy dispuesto a contestar esa agresión.

Hamm: Si el voto es público, el ganador sabrá quienes no votamos por él y puede desatar represalias.

Clov: Eres un paranoico, queremos que cada quien asuma públicamente su decisión, eso es todo. La gente merece saber.

Hamm: ¡La gente, siempre la gente!

Clov: ¿Hay algo más importante que la gente?

Hamm: Como siempre, será difícil ponernos de acuerdo.

Clov: Y eso que solo somos dos.

Hamm: Sería más fácil si fuéramos tres, el tercero desempataría.

Clov: Sería más fácil si fuéramos uno.

Hamm: Eso sí. Salvo que ese uno resultase esquizofrénico.

“Clov (tristemente): Nadie en el mundo ha pensado jamás de manera tan retorcida como nosotros.

“Hamm: Se hace lo que se puede.

“Clov: Lo hacemos mal”.

Hamm: No me gusta ese final. Piensa en otro.

Clov: Te propongo dos finales.

Hamm: No pueden ser dos finales: o uno o el otro. El final es uno o no es final.

Clov: Eso quise decir.

Hamm: Adelante pues.

Clov: “¿Por qué esta farsa, día tras día?”

Hamm: Mmmmmm. Otro.

Clov: “¡Y pensar que quizá todo esto podría haber tenido algún sentido!”.