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El debate público

El evangelio según el Consejo Coordinador Empresarial

Ricardo Becerra

La Crónica 

19/02/2017

La novela ya es relativamente vieja, pero encaja con la escena. Se trata de La canción de los misioneros, del gran J. Le Carré, en la que disecciona la perversión apenas oculta que consiste en empobrecer o derruir naciones completas una mañana, para que al día siguiente, en extrañas ceremonias, ellos mismos anuncien iniciativas que impulsarán, fortalecerán y hasta las llevarán al primer mundo.

No hubo primera plana de ningún periódico que no consignase la gran proclama empresarial del año que —según ellos— disemina confianza aquí, allá y acullá.

Oigámoslo en voz de su profeta, en pleno 40 aniversario del CCE: “…hoy queremos anunciar que durante 2017 el sector privado invertirá al menos 3 billones y medio de pesos —para que no haya duda, 3 y medio millones de millones de pesos— en inversiones productivas para el país. Si bien es cierto que todos los mexicanos compartimos problemas, también es verdad que todos somos parte de las soluciones… Y los empresarios ponemos el ejemplo; NOS LA JUGAMOS POR MÉXICO. Es nuestra vocación y nuestro compromiso” (aplausos, vítores atronadores en el larguísimo presídium, que incluía al Presidente de la República —ver: cce.org.mx—).

Allí lo tienen: es Juan Pablo Castañón, desde lo más alto de la cúpula empresarial, ante gobernadores, secretarios de Estado y rutilantes personajes de la comunidad política y empresarial, revelaba entre los vivos su programa “Acción México”.

Se trata ni más ni menos que de la guía programática, política e ideológica del sector privado, una estrategia que dice otear hasta el 2040 para generar más riqueza, atraer mejor inversión y talento y “ser una nación en donde nadie tenga la necesidad de partir” (ni ganas de regresar, como lo han dicho nuestros migrantes recientemente deportados).

Pero la prédica fue más allá: “Si logramos implementar estas medidas, en 2040 los mexicanos podríamos tener un nivel de vida comparable al de países de ingreso medio-alto. Es decir, en la puerta del Primer Mundo”. Si ésas fueron sus palabras, que no compromete a ninguno de los presentes, pues como se sabe, en tan largo plazo, todos estaremos muertos.

El contenido de esa ambiciosa y optimista agenda… mmjjhh, mmjjhh, no está listo, pero se sabe que se tejen cinco ejes cuyo fin es… “elevar la competitividad del país”. Y resulta que los evangelios anunciados el viernes pasado son los mismos que se han repetido una y otra vez desde los años ochenta, a saber: fortalecimiento institucional; capital humano y desarrollo sustentable; política económica responsable y eficaz; gobierno efectivo y eficiente y cultura empresarial. Juan Pablo anuncia lo anunciado ¡desde Salinas de Gortari!

Gracias al cielo, el economista Jaime Ros ha desmontado una por una estas cinco suposiciones en dos libros esenciales, editados por El Colmex y la UNAM, pero lo que importa subrayar aquí son tres cosas:

Primero. Estas pomposas ceremonias confirman la vigencia del corporativismo dominante y subrayan el poder efectivo de un cártel empresarial. Es la afirmación de su poder, el problema es que repiten año tras año el mismo guión para festejar “la confianza que tiene la iniciativa privada en México” (como dijo el Presidente). Saludos, aplausos, elogios, una burbuja autosatisfecha que ignora completamente el mundo de allá afuera, el del alza de los combustibles, la persecución de migrantes en EU, el derrumbe del TLC, la irritación social y los bajísimos salarios. El evangelio está por encima de “todo eso”.

Segundo. Lo que es más, los datos a lo largo de los años, demuestran lo contrario a los grandilocuentes anuncios de inversión: la tasa de acumulación de capital ha caído a la mitad de 1982 para acá (4 por ciento al año en promedio) y de 2.2 por ciento de 2015 al 2016, en la era de supuesta superioridad de la inversión privada. No obstante las cifras comprobables, nuestro San Mateo nos adelantó 3.5 billones de pesos que representan, ni más ni menos, el 18 por ciento del PIB nacional. ¿De dónde sacan esas cifras? ¿Un visionario de la posverdad?

Y tercero. Nunca nadie se ha tomado la molestia de comprobar el hipotético compromiso inversor de los empresarios de la CCE con México. O sea, no sabemos si tan enormes desembolsos han ocurrido realmente, y eso que se anuncian con fanfarrias en todos los medios nacionales, cada año.

Conclusión. El ceremonial del Palacio de las Vizcaínas y sus anuncios van mereciendo ya un nuevo contexto de exigencia: hartos de las mentiras de la clase política, deberíamos apuntar también al seguimiento y la rendición de cuentas de las fortunas y los afortunados que, como en la novela de Le Carré, se ufanan de su compromiso con el país esa mañana para que, en los siguientes meses, regresen a su labor depredadora, poca inversión, captura del Estado, mucho rentismo y bajos salarios. El viejo Evangelio del CCE.