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El debate público

El poder y el pueblo

María Marván Laborde

Excélsior

26/11/2015

El lunes pasado, 23 de noviembre, estuvo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas Michelangelo Bovero, quien ofreció una conferencia que lleva el título de El poder y el pueblo, y el subtítulo: la democracia constitucional y sus patologías. Si bien él no acepta ser considerado pesimista, tiene una visión muy crítica de los regímenes llamados democráticos; considera que éstos están lejos de cumplir con las condiciones esenciales de lo que, desde la filosofía política, él define como democracia constitucional.

Con el rigor analítico que le ha caracterizado, establece las condiciones esenciales de ésta y revisa las fallas de los regímenes que solemos llamar democráticos, lo mismo si se trata de democracias consolidadas, emergentes o en transición.

No pretendo resumir su presentación, a riesgo de distorsionar el sentido de la conferencia entera, seleccionaré arbitrariamente sólo uno de los puntos tratados en su ponencia y, a partir de éste, reflexionaré sobre la realidad de la democracia mexicana. Vale aclarar que su texto es teórico y no analiza ningún país en concreto. Reconocer nuestra realidad en sus palabras es tarea que él, respetuosamente, deja a su auditorio.

De acuerdo con Bovero, hay cuatro verbos fundamentales para analizar el funcionamiento de la democracia: Elegir, Representar, Deliberar y Decidir. Afirma, sin titubeos: a pesar de que en un determinado régimen político puedan existir procedimientos de elección, representación y decisión colegiada, no todo régimen califica como democrático por ese solo hecho.

En buena parte de América Latina,  incluido, por supuesto, México, si bien tenemos procesos electorales, inclusive varias ofertas partidistas en las que el triunfador no está necesariamente determinado, también es cierto que el clientelismo es una muy extendida patología. Esta dolencia impide la consolidación de la democracia. Hay que reconocer cuán exigua es la posibilidad de crear una cultura democrática, allí donde se compra el voto.

Dijo Bovero: en una democracia de hombres (personas) libres, “ninguno de ellos puede ser considerado incompetente por naturaleza en materia de decisiones colectivas”, el clientelismo nos obliga a repensar la frase, diría yo, ninguno de ellos ES por naturaleza incompetente, pero la clase política sí que los considera incapaces y los trata en consecuencia.

La representación tampoco necesariamente es democrática. Si analizamos los mecanismos esenciales de construcción de los partidos políticos en México, su desinterés en formar y afiliar bases de militantes, podremos entender la debilidad de nuestros mecanismos de representación, donde hay una distancia abismal entre representantes y representados. El modelo de partido franquicia mexicano ni amplía sus bases ni oxigena sus élites dirigentes.

Valga como indicador la penetración del narcotráfico en las candidaturas de los partidos. A riesgo de pecar de naïf, prefiero pensar que postulan personas ligadas al narcotráfico porque no las conocen, porque la militancia es endeble, la definición ideológica, nimia; los programas, prescindibles. Hay que postular a quien pueda ganar. No pueden dejar un solo puesto sin candidato, aunque en la comunidad no tengan un solo simpatizante.

En una democracia, el proceso de formación de decisiones debe prestar especial atención en el proceso de deliberación pública. De acuerdo con Bovero, es necesario restablecer una nítida distinción de significado entre “deliberar” y “decidir”. La deliberación es el proceso de discusión que debería preceder a todas las decisiones colegiadas.

¿Qué decir de un Congreso que estableció un pacto entre mercaderes? ¿Qué decir de una serie de reformas estructurales que se hicieron a partir del chantaje y del toma y daca? Hicieron de las Cámaras un remedo de mercado fenicio; si bien maximizaron el acuerdo entre tres partidos políticos ignoraron la imperiosa necesidad de generar consenso entre los ciudadanos. Sin deliberación, es imposible un proceso de decisión democrático.

Después de escucharlo, me pregunto, ¿hemos transitado de un sistema autocrático de partido hegemónico a una autocracia electiva? Nuestra autocracia electiva incluye partidos, pero excluye ciudadanos.