Categorías
El debate público

Escapar del presidencialismo mental (3)

Ricardo Becerra

La Crónica 

16/07/2017

Condenada al fracaso. Es como unir agua y aceite. Una alianza entre PAN y PRD condena a esta izquierda al abandono de sus principios, la corrosión completa de su identidad.

Esto es lo que dicen -apretado en un quantum- los críticos de una posible coalición entre PRD, PAN y MC… ¿de veras? Yo creo que quien lo dice, por valiente, consecuente y crítico que suene, sigue atrapado en el presidencialismo mental, o sea, incapaz de imaginar la política de otra manera.

En Bélgica han gobernado socialdemócratas y liberales; conservadores y liberales; conservadores y socialdemócratas e incluso los tres juntos (todas las combinaciones posibles) sin que se hayan precipitado en el ignominioso infierno de los “sin principios”. Por poner un ejemplo.

Cada coalición responde al momento, las condiciones y sobre todo, los difíciles tomas y dacas de una negociación: los complejos ¿para qués?

Más cerca en el tiempo: Angela Merkel con 4 diputados para alcanzar la mayoría, prefirió una coalición con los latosos socialdemócratas a fin de garantizarse una mayoría estable, un gobierno previsible, una ruta razonable y de compromiso durante su periodo de gobierno. ¿Alguien acusa a Merkel de vender sus principios por otros nuevos?

En mi opinión, la vida misma del país, sus inciertos desenlaces, ha puesto en el tapete la posibilidad de una agenda posible y compartida, justo allí en la intersección de los principios y programas de unos y de otros. ¿Qué es lo que veo?

En primer lugar, un programa de gobierno conciso, claro, con mensajes que se traduzcan fácilmente en cambios visibles y entendibles por cualquier ciudadano de a pie. En el primer año de gobierno.

Subir el salario mínimo, como punta de lanza de un sostenido plan de recuperación salarial de los trabajadores mexicanos, empezando por las escalas más bajas. ¿Ricardo Anaya no difundió decenas de miles de spots, caminando orondo con esa consigna? ¿No ha sido una de las iniciativas más reconocibles del Jefe de Gobierno de la Ciudad? ¿No firmaron él, Miguel Ángel Mancera, y Enrique Alfaro una declaración exigiendo ya una rectificación en la política salarial desde Guadalajara?

Los miles y miles de programas sociales desperdigados por todo el país ¿no merecen una revisión imparcial, dirigida por el Coneval, para compactarlos, hacerlos universales, dar paso al seguro de desempleo igual para todos, incondicionado y de paso destruir las clientelas que todos han erigido, pero que PRI y Morena han demostrado ser maestros absolutos?

¿Y las servidoras domésticas? ¿No es posible imaginar una ingeniería financiera para que todas ellas puedan aportar al IMSS con nosotros, sus patrones de facto, formalizarlas y de paso dar seguridad social a ellas que producen como el 20 por ciento del PIB nacional?

Lo mismo ocurre en otras dos áreas críticas que no son pobreza y desigualdad: anticorrupción y derechos humanos.

¿Qué tal una agenda en la cual, ya, nunca más, ningún gobernador pueda nombrar al auditor que lo vigila y cada contralor sea designado por el Comité Ciudadano del Sistema Anticorrupción?

¿Y si de una vez se forma una comisión nacional e internacional para estudiar las condiciones en las que puede funcionar el mando mixto?

El área de coincidencias gubernamentales entre izquierda y derecha está allí, para quien quiera estudiar y ver.

Esta nota no se cree utópica por una sola razón: la votación de 2018 pinta como la más dividida de nuestra historia.

El PRI, hoy, es un perro café en el periférico, pero Morena no parece capaz de superar algo más del 30 por ciento. O sea: más rechazos que apoyos.

¿Es tan difícil de entender la necesidad de poner a prueba -solo a prueba- la política de coalición?