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El debate público

Gasolinazo: Pudo ser de otra manera

Ricardo Becerra

La Crónica

08/01/2017

En noviembre del año 2013 hicimos una pregunta pública que fue olímpicamente ignorada desde la fe liberal del gobierno: “En este último aspecto, el de los precios, ha sido particularmente notoria la intención de publicitar un incierto beneficio de la reforma energética, asegurando que los combustibles y la electricidad bajarán sus precios (www.ietd.org.mx/petroleo-y-energia).

Después, en el mismo documento, hicimos otra pregunta: “¿Cómo se financiará el gasto público que Pemex cubre en más de una tercera parte, con una estructura disminuida y puesto a competir en el mercado internacional de combustibles?”.

El gobierno federal –y los ansiosos promotores de la reforma energética- no se tomaron la molestia de responder: por primera vez, crear un mercado de combustibles, alinearlo con los precios internacionales y que la magia de la mano invisible se haga en tierra azteca.

¿Si? Aquí la tenemos: no es que haya subido el impuesto, es que la gasolina en Norteamérica es bastante más cara que la subsidiada en México. Cuando se quita el subsidio, el precio se dispara en una forma desproporcionada y además, contagiosa, causando subidas de precios en muchas otros productos indispensables, como el transporte y las tortillas.

¿Todo esto era “inevitable”, “necesario”, “no había otra salida” como dijo el presidente Peña? Definitivamente no. El gasolinazo de 2017 es producto de un montón de malas decisiones económicas que vienen de más atrás y que –sin obstinación ni engreimiento- pudieron ser tomadas desde hace tres años. Veamos, cómo la historia pudo ser de otro modo.

La reforma energética debió cuidar, con la mayor responsabilidad, cómo los recursos monopólicos de Pemex, los mismos que financian aún hoy un tercio del gasto público estatal de la nación, iban a ser relevados por qué otros ingresos y por qué nuevos impuestos. No hubo esa aclaración y las prisas liberalizadoras propiciaron el salto a la nada en el que estamos metidos. Bueno: en enero de 2017 se nos apareció el fantasma: serán los impuestos a las gasolinas (IEPS) los que sustituyan el maná histórico de los ingresos de Pemex. Liberalizar a Pemex acabó significando, inevitablemente, más impuestos a los mexicanos.

Luego de la reforma hacendaria de 2013, las autoridades dijeron: no más impuestos (para complacer al respetable empresarial). Es increíble que -si Pemex iba a distraer recursos para ser empujado a la competencia mundial- el gobierno no contara con un plan de recaudación que compensara el dinero de la cómoda renta petrolera. Liberalización a lo loco. El IEPS y otros impuestos compensan hoy, lo que Pemex -en santa competencia internacional- ya no puede proveer a la hacienda pública.

En ese contexto, el Gobierno del presidente Peña se vuelve a equivocar: reduce el gasto público a niveles asombrosamente bajos para “calificar” ante las agencias financieras internacionales y el Banco de México (con su gracioso Gobernador renunciando), incrementa sin pudor las tasas de interés: o sea, nos metimos en una recesión decidida.

Nuevo error: el salario mínimo llega a una línea pírrica (7 pesos), lo que hace que el consumo (el motor propio de la política económica nacional) no empuje el crecimiento con la fuerza necesaria. Millones de trabajadores formales siguen laborando ocho horas y no alcanzan a comprar la canasta alimentaria (comer tres veces al día).

Y finalmente: luego de un incremento de tal magnitud en un precio decisivo, no hay política contra la inflación. Después de subir 15-20 por ciento a los combustibles, el bueno de Meade y compañía, no implementan políticas (¡Ay, intervencionistas, lo que les contraindicaron en Harvard!) para que el impacto del gasolinazo no se transmita a otros precios esenciales (la tortilla, por ejemplo).

Agítese este cóctel, y luego agregue a Donald Trump.

Estoy bastante viejo: no recuerdo un escenario más adverso, más explosivo para la sociedad y la economía mexicana (ni 1994). Por eso mismo, no me explico los errores de este gobierno ni por qué su tozudez para permanecer en ellos.

Un año lleno no de incertidumbre, sino de adversidad.