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El debate público

Los profesores y el modelo educativo

Jorge Javier Romero Vadillo

Sin embargo

28/07/2016

A la cantinela de que la Reforma Educativa desencadenada por el cambio constitucional de 2013 no es más que una mera reforma laboral para el magisterio, el gobierno ha repetido, una y otra vez, que la creación del servicio profesional docente y del sistema nacional de evaluación de la educación serían completados con la presentación de un nuevo modelo educativo. Finalmente, después de más de dos años de gestación, el Secretario de Educación ha presentado un documento con base en el cual se reorganizarán los principales componentes del sistema educativo “para que los estudiantes logren los aprendizajes que el siglo XXI exige y puedan formarse integralmente, tal como lo contempla el artículo 3º. constitucional”.

El documento del Secretario Nuño es, supongo, producto de los foros a los que la propia SEP convocó cuando la encabezaba Emilio Chuayffet; o tal vez no, porque ahora se han anunciado nuevos foros para volver a escuchar “todas las opiniones y puntos de vista”, pero ahora con base en lo presentado. A los gobiernos del PRI, desde los tiempos de IEPES, eso de los foros les encanta, aunque en realidad en ellos nadie escuche al otro. Ahora, sin embargo, como ya ocurrió con los foros sobre justicia cotidiana, el gobierno le ha encargado al Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) que recoja y sistematice las diversas ponencias. Que sea el Programa Interdisciplinario en Políticas y Prácticas Educativas de la institución académica la que lleva a cabo esa tarea es una buena noticia, porque se trata de un excelente equipo de profesionales encabezado por la doctora Blanca Heredia, así que tal vez en esta ocasión los foros sean algo más que espacios dedicados a pretender que se ha escuchado a la sociedad.

El caso es que frente al tremendo conflicto desatado por las reformas a la carrera profesional de los maestros, finalmente el gobierno, casi al final de su período, ha presentado un proyecto articulado de política educativa con pretensiones transformadoras de la manera en la que tradicionalmente ha concebido la enseñanza en México. Como en muchos otros ámbitos de la vida nacional, en la educación los modos y las formas imperantes han sido hasta ahora los desarrollados durante la época clásica del régimen del PRI, concebidos para consolidar el dominio del partido único. Durante los tiempos del monopolio priísta, el objetivo central de la educación fue generar capital político, por lo que lo relevante era que los niños y adolescentes se identificaran con los valores de la ideología nacional revolucionaria y con los mitos de la historia oficial, no que adquirieran grandes habilidades científicas y tecnológicas.

El modelo educativo vigente data precisamente de los tiempos de la consolidación del antiguo régimen. Si bien tiene raíces en la política impulsada por Vasconcelos en los tiempos de la presidencia de Álvaro Obregón, fue durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho, con Jaime Torres Bodet al frente de la Secretaría de Educación Pública, cuando se comenzó a desplegar un sistema educativo nacional unificado. La “federalización –en realidad un proceso centralizador– arrancó también entonces con un cambio en la situación laboral de los profesores: la unificación un tanto forzada en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, concebido como único representante gremial y la progresiva absorción de la nómina magisterial por parte del gobierno federal, sentaron las bases de una gobernación vertical y autoritaria del sistema educativo.

El proceso de centralización del modelo educativo tuvo un nuevo hito con la creación de los libros de texto gratuitos y obligatorios durante la presidencia de Adolfo López Mateos, con Martín Luis Guzmán al frente del proyecto. Concebidos como garantías para la laicidad y para el acceso universal a la enseñanza, resultaron un instrumento formidable para la homogenización ideológica de los educandos, como lo mostró en su tiempo Rafael Segovia en su libro clásico La politización del niño mexicano. Es entonces cuando el modelo educativo del régimen del PRI alcanza su madurez, para comenzar su decadencia con la fallida reforma de programas y textos llevada a cabo por el gobierno de Luis Echeverría.

Cuando llegó Carlos Salinas a la presidencia le encargó a un equipo encabezado por Gilberto Guevara Niebla un diagnóstico del sistema educativo. De ahí surgió el libro La catástrofe silenciosa, que mostraba los pésimos resultados producidos por el modelo vigente. Con base en ese estudio se planteó una reforma enfocada lograr que la educación produjera el “capital humano” necesario para la nueva economía, en lugar del “capital político” que hasta entonces había generado. Los cambios impulsados entonces resultaron frustráneos porque el gobierno no se atrevió a romper el control corporativo del SNTE, con base en el cual se gobernaba al sistema educativo y se controlaba a los profesores.

Ahora la el proyecto de modelo que ha presentado Nuño expone los fines que debe plantearse la educación en nuestro tiempo. A pesar de que sigue poniendo por delante los objetivos políticos de la enseñanza, el documento Los fines de la educación en el siglo XXI precisa los logros esperable al término de cada nivel educativo. Pueden ser objetivos razonables; sin embargo ¿quiénes serán los profesores que lleven a cabo ese nuevo modelo?

Cuando Torres Bodet estableció la estructura del modelo educativo ahora periclitado, puso especial énfasis en la formación magisterial. Creó el Instituto Nacional de Capacitación del Magisterio, para traer cada verano a cientos de profesores de todo el país a la ciudad de México a un proceso de formación continua, y apoyó a las normales para que la instrucción de los futuros maestros fuera la adecuada a las necesidades del modelo. Los profesores que hoy están en ejercicio fueron formados para ejercer en ese sistema, vertical y autoritario con libro de texto único, pensado casi como un manual para ser seguido al pie de la letra. Le Reforma en marcha ha puesto mucho el acento en la evaluación de unos profesores que han sido formados para un arreglo educativo que se pretende transformar, pero apenas si ha puesto atención en su capacitación para afrontar las nuevas reglas del juego y el nuevo modelo que se quiere impulsar. Por otra parte ¿serán las escuelas normales que hoy tenemos capaces de producir los egresados que el nuevo modelo requiere?

En un artículo publicado en su edición del 11 de junio pasado, la revista The Economistexpone cómo la formación de los profesores resulta crucial para la calidad de la enseñanza. Los buenos profesores no nacen, se hacen, dice la nota. Así, más que en modelos concebidos centralmente, la calidad, la flexibilidad y la capacidad de adaptación de un sistema educativo depende de la formación de los docentes, pues son ellos los que deben ir delineando el proceso educativo en el aula. Ningún documento elaborado en oficinas burocráticas va a cambiar el modelo educativo si no se pone en el centro la formación y la creatividad de los maestros.