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El debate público

Malestar e incertidumbre

José Woldenberg

Reforma

12/01/2017

Irritación social, desgaste gubernamental, amenazas provenientes de nuestro vecino del norte, tiñen el inicio del año generando incertidumbre y preocupación. El aumento en los precios de la gasolina puso en acto un malestar larvado que hoy se expresa en marchas, plantones, manifestaciones de repudio en las redes, pero que ha sido pretexto también para saqueos injustificables.

Estos días quizá puedan leerse como un revelador: de la ruptura de los puentes de comunicación entre gobierno y franjas relevantes de ciudadanos, del fastidio expansivo que modela los humores públicos, de cierto papel que juegan las redes sociales y de la violencia latente y manifiesta en la sociedad mexicana. Unas palabras, apenas balbuceantes, sobre cada uno de esos asuntos.

He leído y escuchado reclamos a la insensibilidad y falta de previsión del gobierno. Y es cierto. Pero el problema es más profundo. Parece existir una fuerte ruptura entre el mundo donde transcurre el gobierno y el de millones de mexicanos, en el que el distanciamiento -y quizá quiebra- entre el universo de la opinión y el del poder político, juega un papel fundamental. La reacción denigratoria (casi) inercial al Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar ilustra de manera inmejorable ese rompimiento. (Creo que) nada ha erosionado más esos puentes que los fenómenos de corrupción documentada que quedan impunes y los excesos -reales y ficticios- que restan credibilidad a los agentes políticos. El laberinto de la política mexicana, con sus nuevos pesos y contrapesos, negociaciones obligadas, acuerdos «promediados» por la correlación de fuerzas, resulta indescifrable para demasiados; pero eso sí, los fenómenos de corrupción reiterados, exhibidos, pero no castigados, inyectan altas dosis de repudio más que justificado.

El humor público es agrio. El fastidio está a flor de piel. Hay un malestar que tiene demasiadas fuentes y mientras no se atiendan esos nutrientes el coraje irá en aumento. Además de la corrupción, la violencia expansiva inyecta zozobra, la falta de crecimiento económico nubla las expectativas de las nuevas generaciones, las abismales desigualdades construyen relaciones sociales cargadas de resquemor mutuo, el déficit en el Estado de derecho induce a la explotación de la «ley del más fuerte». Enunciar esas fallas de nuestra convivencia es sencillo. Lo difícil es construir un horizonte que intente trascenderlas porque, paradójicamente, el clima no resulta propicio por el cúmulo de apuestas cortoplacistas.

En esa situación asomarse a las redes produce vértigo. No ponderaré, por lo pronto, sus virtudes. Pero quizá como nunca antes, entre nosotros, fue nítido su poder para envenenar un ambiente ya de por sí cargado de nubarrones. Mensajes trucados, «noticias» fantasiosas, invitaciones a realizar atracos, se reprodujeron por miles, magnificando y enturbiando la situación. Desde el anonimato, pero con ramificaciones eficientes, se coadyuvó a crear un clima de incertidumbre multiplicado, que dirían los clásicos solo puede contrarrestarse con información verificada, cierta. Es quizá una de las nuevas tareas de los medios que se reivindican como serios: no solo informar, sino salir al paso de los rumores, los dichos y hechos inventados, las consejas sin base alguna.

Los saqueos de tiendas y almacenes revelan la facilidad con que grupos de ciudadanos pueden incorporarse al presunto festín de la impunidad. No afirmo que no estuvieran promovidos por grupos organizados, pero fue claro -para quien quiera verlo- que en los robos masivos participaron eso que llamamos ciudadanos del común, incluso familias. Una juerga que para algunos se convirtió en pesadilla (se informa de 1,500 detenidos), pero que devela -como si hiciera falta- esa pulsión siempre presente pero reprimida (o autorreprimida), de sumarse a los más, los que por el momento detentan la fuerza, para incorporarse al jolgorio y la rapiña.

Y cuando todo ese cóctel aparece no resulta extraño que cada quien vea lo que quiere ver: desde subversiones que demandan mano dura hasta una «primavera mexicana» en invierno, pasando por un prólogo de las elecciones por venir o de una manifestación de la modernidad líquida que ilustró y pensó Zygmunt Bauman. «Todo es según el cristal…».