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El debate público

María Elena Meneses

 

 

 

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

21/05/2018

 

Si no hubiera muerto hace una semana, hoy lunes María Elena Meneses estaría comentando el debate presidencial, habría contabilizado los hashtags que hubo acerca de cada candidato, le hubiese tomado el pulso al espacio público digital y tendría un diagnóstico de las tendencias en Twitter. De todo eso, María Elena hubiese hablado en entrevistas para la radio, estaría preparando un artículo académico y habría conversado con sus alumnos en el ITESM.

Durante casi dos décadas, María Elena Meneses Rocha fue periodista mesurada, profesional y muy trabajadora. Luego saltó a la docencia y la investigación y, con perseverancia e inteligencia, se hizo un sitio propio en el estudio del periodismo y las redes digitales. Su reflexión era indispensable para entender el entorno informativo, que propaga los acontecimientos como nunca antes pero que también los distorsiona, en el cual vivimos con perplejidad y fascinación.

María Elena murió el lunes 14 de mayo a consecuencia de complicaciones posteriores a una intervención quirúrgica que no debería haber tenido mayores consecuencias. Su agenda estaba repleta de compromisos académicos. Tenía 56 años. Estaba en su mejor momento profesional y, me parece, también personal. La muerte siempre es triste pero cuando ocurre de manera tan sorpresiva, y tan injusta, nos deja pasmados y devastados.

A mediados de los 80, veinteañera aún, María Elena Meneses entró a trabajar como reportera en los noticieros de Canal Once. Había estudiado Comunicación en la Universidad Iberoamericana en donde acreditó la licenciatura con un reportaje sobre la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo, en Oaxaca. Muy pronto se hizo cargo de la conducción del Noticiero Enlace los fines de semana. Su talante amable no estaba reñido con la seriedad profesional. En el último lustro del siglo ya pasado, fue corresponsal de Univisión. Además de reseñar al tránsito mexicano hacia la diversidad política, a menudo cubría escenarios especialmente escarpados en Centroamérica.

En 1995, María Elena Meneses, al entrar a la Maestría en Ciencia Política en la UNAM, inició un ordenado y deliberado giro personal y ocupacional. Hizo una tesis sobre el contenido de tres diarios en las elecciones de 1997 para explicar el desempeño de la prensa en el proceso democratizador de nuestro país. Su experiencia en el campo del periodismo realmente existente, en donde menudeaban presiones y restricciones, le permitió reconocer que algo muy en serio estaba cambiando en los medios de comunicación. “Nunca antes la opinión pública mexicana había sido tan dinámica, tan crítica e independiente del poder político”, escribió en aquella investigación dirigida por Fernando Pérez Correa. María Elena consideraba que a los medios había que exigirles más y mejor compromiso con la sociedad y con los hechos. “Los tiempos breves de la historia, los del periodismo, no necesariamente están reñidos con la reflexión”, decía. Por eso pudo concluir: “La prensa estudiada trabaja sin referentes mínimos de rigor profesional”.

Con ese grado académico y gracias a su acreditada experiencia profesional, María Elena fue contratada como profesora, en 2001, en el Campus Ciudad de México del Tecnológico de Monterrey. Estaba por cumplir 40 años. Quería tener más tiempo para su familia y en vez de hacer periodismo, se dedicó a enseñarlo. Durante cinco años dirigió la licenciatura en Periodismo y Medios de Información y más tarde, siempre en el Tec, coordinó la Cátedra Sociedad de la Información.

Ya encarrilada en la vida académica en 2007 María Elena comenzó el doctorado en Ciencias Políticas y Sociales, con especialidad en Comunicación, en la Universidad Nacional. Ya le atraían los cambios que las tecnologías digitales imponen a la propagación de las noticias. Su investigación doctoral la dedicó a definir y describir lo que llamó “periodismo convergente”. Los dispositivos digitales son indispensables para registrar y transmitir los acontecimientos pero también propician nuevas exigencias constantes sobre los periodistas.

Su experiencia como reportera le permitió a María Elena entender cabalmente esos nuevos procesos de trabajo. A los periodistas “convergentes” las empresas editoriales, cuando tienen medios de diversa índole, les piden varias versiones de la misma nota: para el portal en línea, el informativo en radio, el noticiero en televisión y el periódico de la mañana siguiente. Esa nueva circunstancia de los informadores la documentó en el estudio de la redacción del Grupo Imagen y de las noticias así producidas. Una versión revisada de aquella tesis doctoral se convirtió en el libro Periodismo convergente. Tecnología, medios y periodistas en el Siglo XXI que publicó Porrúa en 2011. Allí relata que a sus alumnos a menudo les decía: “A diferencia de los tuiteros, los periodistas rinden cuentas a la sociedad, ya que su profesión les somete a un escrutinio público deseable y sin tregua”.

El desarrollo de las redes sociodigitales fue presenciado y documentado con entusiasmo crítico por la doctora Meneses. En 2009 había publicado, con Jacob Bañuelos, un Cuaderno del Instituto Electoral del Estado de México sobre los usos de Internet en campañas electorales. En los siguientes años escribió una decena y media de artículos en libros colectivos y revistas académicas. Entre otros temas se ocupó de Google y los periódicos, el ciberperiodismo, las tecnologías digitales para la transparencia, los usos del celular, la radio del nuevo milenio, el periodismo digital en América Latina, el correo electrónico en campañas electorales, la inteligencia colectiva, los medios y el cambio climático, las redes sociales como escenarios de cultura y política pero también como herramientas de vigilancia, el periodismo de investigación. Esos textos aparecieron en publicaciones como la Revista Mexicana de Comunicación, la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Foreign Affairs edición latinoamericana, Versión de la UAM Xochimilco y varios journals internacionales.

Fundó la revista digital Virtualis del ITESM. De su capacidad para trabajar en colaboración con otros colegas dan cuenta trabajos en coautoría con académicos como Maria Concepción Castillo, Gustavo Urbina, Alejandro Martín del Campo y su muy querida Enedina Ortega Gutiérrez. En los años recientes la doctora Meneses se interesó en tres derivaciones de las tecnologías digitales. Por una parte observó el uso de redes digitales en movimientos sociales. Su libro Ciberutopías. Democracia, redes sociales, movimientos-red (Porrúa e ITESM, 2015) examina el movimiento #YoSoy132 que se desarrolló hace un sexenio. Allí encuentra que, debido a las redes sociales, “los medios tradicionales han dejado de ser centrales en la formación de la opinión pública y en la articulación de una cultura de rendición de cuentas, para ceder ese lugar, si es que alguna vez lo tuvieron, a grupos aún  minoritarios pero sumamente activos y reactivos ante el poder político”. María Elena era tuitera consuetudinaria pero estaba lejos de idealizar a las redes digitales. En ese libro reconoce que, en ellas, “la deliberación racional no es el común denominador”. En otro de sus trabajos estudió la creación de identidades en YouTube con motivo de las protestas por la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa.

Una segunda vertiente fue la discusión de las reglas y las libertades en Internet. Examinó y cuestionó las implicaciones de marcos legales como el ACTA, el Acuerdo Comercial contra la Falsificación en Internet, y colaboró con grupos como la Red en Defensa de los Derechos Digitales.

Recientemente, además, se interesó en el uso de big data, las grandes colecciones de datos digitales que dejamos a nuestro paso por la Red. Para entender esos enormes volúmenes de información se puso a estudiar el funcionamiento de programas para el manejo de datos y consiguió la asesoría de especialistas en informática. Un primer acercamiento a ese tema se encuentra en el artículo “Grandes datos, grandes desafíos para las ciencias sociales” que apareció en la Revista Mexicana de Sociología.

Aunque estaba dedicada a la academia, nunca dejó el periodismo. Entre 2009 y 2013 coordinó un blog sobre temas de política digital para El Universal, fue comentarista en el noticiero Antena Radio del IMER, escribió entre otros sitios en La Silla Rota, el portal de CNN México y, recientemente, en Letras Libres. Fue presidenta de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación y miembro de la dirección de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información. Formaba parte del influyente Comité de Declaraciones de la International Association for Media and Communication Research, AIMCR. Fue activa promotora del grupo “Conectadas”, formado hace unos meses por mujeres que participan en la gestión o el estudio de las telecomunicaciones.

En cualquiera de esas actividades, eran reconocidas la calidez, la generosidad y la agudeza de María Elena. El año pasado, cuando el terremoto del 19 de septiembre ocasionó la muerte de varios estudiantes del TEC y la destrucción de una parte de sus instalaciones, la imposibilidad para acceder a su centro de trabajo no impidió que la doctora Meneses se involucrara en intensas tareas de solidaridad.

Coincidí con María Elena desde aquel noticiero de Canal Once en donde ella presentaba mis comentarios cada sábado. Compartimos decenas de jurados de tesis, estuvimos en jurados de premiación, comités editoriales, consejos académicos, libros colectivos,  presentaciones de nuestros libros, asociaciones y seminarios, programas de televisión, congresos. La encontraba todos los días en Twitter en donde @marmenes era indispensable y oportuna referencia.

El lunes pasado, cuando supe de su fallecimiento, no lo quería creer. Me ocurrió lo mismo que a su antiguo alumno Jorge Tirzo que escribió que ojalá esa versión fuera fake news. Demoré, aturdido, más de una hora antes de colocar ese tuit que nunca hubiera querido escribir.

María Elena escribió esta dedicatoria en su tesis doctoral: “Todo este esfuerzo traducido en horas de ausencia, no podría haber sido posible sin el amor y la solidaridad incondicional de mi esposo Antonio y de mis hijas, Paloma y Fernanda, ellas dos son extraordinarias evidencias de la generación convergente que aprende y se informa del mundo que les rodea apenas tocando el papel. Esa triada es mi fortaleza”.

Nos consta que así era. Sé que para sus hijas y su esposo, y para sus hermanos, no es consuelo saber que María Elena era muy querida y muy respetada en todos los ámbitos profesionales por los que transitó. Pero para sus amigos y colegas, creo, es un pequeño alivio saber que lo saben.