Categorías
El debate público

Nuevo sismo, nueva solidaridad

 

 

 

 

María Marván Laborde

Excélsior

21/09/2017

 

La rápida y generosa respuesta de la sociedad es conmovedora. Nuevamente emergió ese sentido de solidaridad que extrañamos tanto en periodos de no emergencia.

Sin embargo, creo que todavía hay lecciones por aprender. A riesgo de ser una voz disonante con lo mucho bueno que se ha dicho, me parece importante relatar mi experiencia en la Terminal 2 del aeropuerto de la Ciudad de México.

Comenzó a temblar y algunos caminaron hacia las salidas, de manera rápida, pero no en estampida. Conforme se incrementó la intensidad del sismo algunos preferimos protegernos debajo de las mesas. El estruendoso crujir de la construcción y el techo de lámina contrastaban con nuestro silencio. Sólo nos comunicábamos a través de miradas de angustia compartida. Acabó el temblor. Salimos de nuestras improvisadas guaridas.

Ahí comenzó el desorden. Era claro que no había una voz de mando. Confluyeron, al menos, cuatro diferentes cuerpos de seguridad. La compañía Eulen, encargada de revisar los equipajes de mano al entrar. La Policía Federal. Unas personas de traje negro que estaban equipadas con radios de comunicación interna y otras personas con chalecos grises. Nadie sabía qué hacer. Daban órdenes contradictorias.

No se muevan, aquí es más seguro que allá afuera porque este techo es de lámina y afuera es de concreto. Salgan, pero sólo por una puerta determinada, no pueden usarse las puertas de entrada. Salgan rápido. No hay necesidad de salir. Este caos duró, al menos, 15 o 20 minutos. En ese espacio de tiempo ni personal de Aeroméxico ni del aeropuerto de la Ciudad de México tomaron un altavoz para dar una instrucción coherente. La única vez que se encendió el altavoz fue para dar un aviso de rutina, nos recordaron que no debíamos de descuidar el equipaje.

Finalmente, coincidieron en que había que evacuar la terminal. El personal de tiendas y restaurantes fueron los últimos en salir, tardaron, al menos, otros 20 minutos que parecieron una eternidad. Pilotos y aeromozas no tenían idea qué contestar a ninguna pregunta de nadie.

Permanecí dos horas en la rotonda en la que están las palmeras de entrada. Alrededor de las tres de la tarde taxistas de Nueva Imagen empezaron a organizarse, a gritos nos propusieron juntarnos con aquellos que fuéramos hacia el mismo rumbo. Darían servicio colectivo y gratuito para quienes lo solicitaran. Dos horas después del temblor abordé un taxi y salí del aeropuerto. La gente que se quedaba tenía cara de consternación ante el absoluto vacío de información.

La ciudad estaba hecha un caos. Peatones y automovilistas nos apiñamos en uno de los peores atorones de tráfico que hemos vivido, sin embargo, nadie tocaba el claxon, quizá en señal de respeto porque ya sabíamos que había fallecidos.

PUNTO Y APARTE. En Transparencia Mexicana estamos organizando esquemas de coordinación y vigilancia para que haya transparencia y evitar, en la medida de lo posible, el uso electorero de los recursos que lleguen a las diversas instancias de gobierno. Ya hemos establecido contacto con la Secretaría de la Función Pública, la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción y otros organismos de la sociedad civil y organismos empresariales. Se trata de organizar esquemas de transparencia e integridad para vigilar los recursos públicos, privados y de asistencia internacional. Tan pronto tengamos el plan de trabajo Transparencia Mexicana lo dará a conocer, seguramente requeriremos mucho trabajo probono para poder acometer esta tarea. Por lo pronto, estaremos informando a través de @integridadmx nuestra cuenta de Twitter.