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El debate público

Para atrás, como los cangrejos

María Marván Laborde

Excélsior

26/01/2017

Transparencia Internacional, organización a la cual está afiliada Transparencia Mexicana, dio a conocer los resultados de su Índice de Percepción de la Corrupción (IPC). Como era de esperarse, México empeoró con respecto a 2015.

De acuerdo con Transparencia Internacional, podemos considerar que un país tiene un cambio importante cuando gana o pierde cuatro puntos. México perdió cinco puntos con respecto a 2015. Se evaluó a 176 países, de los cuales sólo una tercera parte obtuvo una calificación “aprobatoria”. En el IPC, la calificación de 100 sería para un país que es percibido como no corrupto, y cero para uno extremadamente corrupto. El primer lugar de la tabla lo ocupa Dinamarca, con 90 puntos, y los cinco peores son Yemen (14), Siria (13), Corea del Norte (12), Sudán del Sur (11) y Somalia (6).

Si comparamos la posición de México en relación con la calificación obtenida por los países americanos, o bien, por nuestros socios comerciales, el panorama es desolador. En relación con nuestros socios (hasta hoy) del TLC es obvio, estamos en el peor lugar. Canadá obtuvo 82 puntos y ocupa el lugar 9 de la tabla; Estados Unidos, 74 puntos, está en el lugar 18, y nosotros sólo 30 puntos y estamos en la posición 123.

En relación con América Latina, empatamos con Paraguay (30) y están peor que nosotros Guatemala (28), Nicaragua (26), Haití (20) y Venezuela (17). De los países miembros de la OCDE somos el último lugar, lo más grave, el penúltimo lugar lo tiene Turquía, que está 48 posiciones adelante de nosotros y tiene 11 puntos más que los que obtuvo México. Del G20 sólo estamos mejor que Rusia, que está en el lugar 131, con 29 puntos.

Si bien éste es un índice de percepción, que no mide precisamente datos duros (muy difíciles de obtener, por cierto), no deberíamos descalificarlo por ese solo hecho. La reflexión debería llevarnos a entender el daño que nos hacen, inclusive anímicamente, los constantes escándalos de corrupción.

Cuando decimos que los mexicanos se han decepcionado de la democracia, es que no creen en la probidad de los políticos militantes de los partidos y consideran que la competencia electoral no ha mejorado en nada al país, también está relacionado con la percepción de la corrupción que tenemos de nosotros mismos.

Las campañas electorales de 2016 tuvieron como leitmotiv la promesa de encerrar en la cárcel al predecesor. Los candidatos se soñaron a sí mismos como sherifes del viejo oeste, que llevarían cargando de la camisa a los exgobernadores para refundirlos a “que se pudran en la cárcel”. Paradójicamente, esto debilita la legitimidad de los gobernadores entrantes. Ahí tenemos a Jaime Rodríguez luchando contra Rodrigo Medina.

Desde luego, aparecieron todos los escándalos de las empresas fantasma en Veracruz; peor que éstas, son las farmacéuticas que vendieron medicamentos pirata con sustancias inertes que sustituyeron a los medicamentos necesarios. Los presidentes del PRI y del PAN se engancharon en un concurso de valentones a ver quién expulsaba primero a Duarte o a Padrés, respectivamente. Hoy Padrés está en la cárcel, habiéndose entregado él mismo, y Duarte continúa prófugo sin que Ochoa pueda dar explicación alguna.

La relación entre los gobiernos y las empresas no ha estado exenta de escándalos. En el caso de Odebrecht, empresa brasileña, son varios los países latinoamericanos implicados por la juez de Estados Unidos, la empresa tuvo que pagar tres mil 500 millones de dólares como multa. De acuerdo con los documentos del juicio, un alto funcionario mexicano aceptó seis millones de dólares a cambio de un contrato. En México no ha sucedido nada.

Cada año tenemos evidencia de nuevos escándalos de corrupción, los cambios legales ya no generan esperanza. Somos prontos para el escándalo mediático y lentos e ineficientes para las investigaciones pertinentes. En los próximos días habrá de terminar el proceso de selección de las cinco personas que conformarán el Comité Ciudadano del recién creado Sistema Nacional Anticorrupción, parte de su trabajo será convencer a todo México de que la corrupción es reversible, con los hechos deberán alimentar nuestra esperanza.