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El debate público

Piñata, guacamole y huevos

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

05/12/2016

Ah, qué divertidos lucían los senadores del PRD dedicándole una enfática silbatina a Donald Trump personificado en piñata. Y qué enjundiosos cuando, como parte de su festejo de fin de año, le enviaron al presidente electo de Estados Unidos el catártico grito que, cada vez que despeja el portero del equipo rival, se ha vuelto distintivo del futbol mexicano.

Y qué simpáticos los cuatro secretarios de Estado que compitieron por preparar el guacamole mejor condimentado. El titular de Agricultura, José Calzada, invitó a los secretarios José Narro, de Salud; Enrique de la Madrid, de Turismo y Claudia Ruiz Massieu, de Relaciones Exteriores a competir con una receta original. No está claro en qué le ayuda a la exportación de aguacate mexicano esa exhibición que solamente fue conocida en nuestro país. Tampoco parece mal que los secretarios de Estado se diviertan aunque sea de vez en cuando. Pero al verlos con delantal, partiendo cebollas y jitomates, uno se pregunta si no tenían nada mejor que hacer. La canciller Ruiz Massieu compartió en Twitter la receta ganadora.

La aptitud gastronómica de sus secretarios entusiasmó tanto al presidente Enrique Peña Nieto que, en ese mismo evento, se ufanó de la enorme cantidad de tequila (400 litros por minuto, aseguró) que exporta nuestro país (“si así se los toman…”, quiso bromear). Del tequila pasó a los blanquillos, sin mayor explicación: “podría corresponderle un huevo a cada mexicano y, bueno, ahí va la metáfora, que eso nos debe dar mayor valor al saber que somos productores amplios de huevo, pa que le echemos muchas ganas a lo que hacemos”.

En esos mismos días el gobernador del Estado de México destacó entre los variados personajes públicos que quisieron subirse al tren de la popularidad de Rubí, la quinceañera potosina cuya fiesta, anunciada en las redes sociodigitales, interesó a cientos de miles. Eruviel Ávila les ofreció un viaje a Valle de Bravo a la jovencita y sus padres.

Día tras día YouTube, ese espacio pródigo en escenas que van de la liviandad a la extravagancia es ratificado, entre tantísimas otras cosas,  como el espejo más accesible a los dislates de los políticos mexicanos. Ellos mismos se ufanan y afanan para que sus videos estén en línea y en los medios de comunicación tradicionales. Nadie los sorprende ni traspasa su intimidad. La compulsión para quedar incorporados a ese inventario de escenas que luego podrán ser propagadas en el resto de las redes digitales los lleva a mostrarse en  actitudes que consideran graciosas, oportunas o reveladoras.

A los senadores del Partido de la Revolución Democrática no les importó saber que su animado festejo sería difundido en la Red. Tampoco, encarrerados como estaban en la celebración navideña, imaginaron que esas escenas serían aprovechadas en Estados Unidos  a favor de Trump.

El sitio Breitbart News, que en los meses recientes ha sido una de las fuentes más activas en la diseminación de informaciones falsas para  beneficiar al candidato presidencial electo, reprodujo el video junto con una nota en donde dice que los senadores “corearon el canto ‘chinga tu madre’ invitando a que la madre del Presidente Electo sea violada sexualmente. Muchos senadores chiflaron el insulto o lo dijeron con esas palabras”.

Los senadores del PRD no tomaron en cuenta que ese desplante contra el aborrecible Trump, tan fácil desde el recinto parlamentario en la Ciudad de México, puede afectar a compatriotas nuestros en Estados Unidos. Basta leer los comentarios a esa nota en Breitbart News que ayer llegaban a 1400, para comprobar la reacción desatada por tales escenas.

Los perredistas y en primer lugar su coordinador Miguel Barbosa, que organizó la rechifla y el despectivo coro, olvidaron la discusión que ha suscitado ese grito homofóbico que tantos problemas ha traído al futbol mexicano. El entusiasmo navideño los mostró tal cuales son: políticamente rústicos, socialmente desatentos.

Habrá quienes consideren que no es para tanto. Pero será difícil que después de ese alegre grito cualquier compromiso con la diversidad sexual que hagan los senadores del PRD pueda tener alguna respetabilidad. Y sobre todo, en este caso, será remoto que puedan soslayar esa imagen cuando propongan o asuman definiciones para enfrentar las políticas de agresión a los mexicanos —esas sí, con más violencia y rencor que los que pudieron mostrar los senadores contra una piñata— que despliegue el gobierno de Trump.

El senador Barbosa no se arrepiente de aquel momento en la fiesta de su grupo parlamentario. “Como dijo Vicente Fernández, si tuviera enfrente a Trump, le escupiría la cara”, se ufanó el legislador, recordando una balandronada de ese cantante hace medio año. Barbosa, gústenos o no, es representante de los ciudadanos. Forma parte, de manera muy destacada, del Poder Legislativo y es dirigente en un partido político nacional.

Las expresiones altisonantes que ese senador y sus compañeros promueven contra Trump quizá les gusten a quienes consideran que a ese desquiciado personaje, que ganó la elección presidencial en Estados Unidos, se le puede enfrentar con desplantes bravucones. Pero de los senadores, de cualquier partido y especialmente de una organización que se supone de izquierda y con principios democráticos, sería de esperarse que hicieran algo más que denostar a Trump personificándolo en piñata. Y no se aprecia que los senadores del PRD, ni de cualquier otro partido, estén involucrados en la construcción de la estrategia nacional para contener a Trump y sus políticas antimexicanas que debieron haber comenzado a diseñar hace más de un mes.

Hasta donde puede saberse, por cierto, la fiesta, los brindis que allí proliferaron, la colación y las piñatas, fueron pagadas con recursos públicos.

También son financiados con nuestros impuestos los salarios de los secretarios de Estado tan afanados en preparar guacamole. O del presidente de la República que se enreda y pronuncia un galimatías que va del tequila a los huevos, para desembocar en el valor y las ganas de echarle ganas a lo que se hace en México.

Son públicos los recursos que emplea el gobernador Ávila para promoverse con el pretexto de alentar el turismo hacia el Estado de México. O los de numerosos personajes que, en distintos eventos públicos, se han sumado a las exhortaciones para protagonizar un “mannequin challenge”, la moda de mostrarse repentinamente engarrotados para grabar videos que se difunden en Internet.

En Estados Unidos, y luego tardíamente en México, el afán para ser mencionados en los noticieros de televisión condujo hace años a que los políticos simplificaran sus discursos. Más que alocuciones organizadas en torno a un desarrollo lógico, abundaron entonces las peroratas en busca de sound bites, esas breves pero intensas frases ingeniosas que aderezan los noticieros. Ahora, en pos de la efímera pero retuiteada fama en Internet, hay quienes aporrean piñatas, preparan guacamole, improvisan chascarrillos o de plano se mimetizan con asuntos o personajes célebres en las redes sociodigitales.

Son políticos frívolos (“dicho de una persona: insustancial y veleidosa”, precisa el Diccionario). Pero esa frivolidad tiene implicaciones más allá de los quince megabites de fama que alcanza cada uno de ellos. Esos desplantes de ligereza, que se advierten lo mismo entre legisladores que en el Poder Ejecutivo y tanto en la cúpula del poder federal como en todo el país, revelan la ausencia de una política de Estado para enfrentar los desafíos inéditos y abrumadores que tiene el país.

Justo cuando del otro lado de la frontera se preparan agresiones nunca antes vistas contra México y los mexicanos, la secretaria de Estado que tendría que encabezar la defensa de nuestros compatriotas en el exterior se pone a cortar cebollas, algunos senadores se portan como niños y se desquitan con una piñata, el gobernador del estado más grande del país trata de ser estrella de YouTube y el presidente de la República se divierte con frases de doble sentido. Del pensamiento único al pensamiento frívolo. Quizá sería mejor que todos protagonizaran un mannequin challengepermanente.