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El debate público

Pinker en México

 

 

Ricardo Becerra

La Crónica

01/04/2018

 

“El pesimismo es una coartada para fingir inteligencia”, dice Italo Calvino en sus propuestas para el milenio en el que ya estamos metidos.

Y si: nada es más fácil —a menudo redituable— que describir el negro panorama que nos ofrece el mundo. Ya saben: cambio climático, la guerra de Siria, el horror de los desplazados y migrantes en Medio Oriente igual que en Mesoamérica, Donald Trump, hambrunas provocadas por crueles bloqueos, desigualdad inimaginable, un futuro de ­viejos empobrecidos, descontento social aquí y allá, terrorismo, ciberataques, corrupción pandémica… y todo lo demás. No está claro de dónde sacar una buena noticia, si uno no se asoma a los libros tan bien documentados de Steven Pinker, especialmente, Los ángeles que ­llevamos dentro (Paidós) de 2011 y recientemente, La ilustración, ya: El argumento a favor de la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso (2018).

“El número total de muertes sigue siendo muy inferior al de los años sesenta, setenta y ochenta, cuando el mundo era un lugar mucho más peligroso”, ha escrito el psicólogo de Harvard. No sólo hay menos conflictos armados, sino que son menos destructivos. Pinker ­pone como ejemplo la guerra del Yom Kippur (Israel versus la coalición árabe que duró 20 días en 1973): 12 mil muertos, seis veces más que el conflicto del año ­pasado entre Israel y los palestinos de la franja de Gaza.

Su definición de guerra es concisa: “conflictos con más de mil muertos anuales”. De acuerdo con esta definición “al final de la Guerra Fría había 15 guerras; en 2013, había siete” (Pinker con datos del Programa de Datos sobre Conflictos de Uppsala).

Como ha hecho notar el escritor Héctor Aguilar Camín, el programa de investigación de Pinker es, en realidad, “una exploración científica de la disminución de la violencia en la historia… que contradicen el saber común”, el ánimo y la narrativa cotidiana en periódicos, noticieros y tuits.

“El lugar más seguro para vivir que ha existido en la historia de la humanidad es hoy, la Europa Occidental, donde el índice de homicidios es de 1 por cada 100 mil habitantes. La zona más peligrosa que ha existido nunca es la comunidad de Kato, California, en los 1840, cuando la tasa de violencia llegó a ser de mil 500 homicidios por cada 100 mil habitantes” (subrayado de HAC).

Pues bien, en sus libros, Pinker ofrece una buena batería argumental contra el pesimismo y una defensa decidida de lo que el progreso, la ilustración, la razón, la ciencia y el humanismo han conseguido.

La lista de logros esgrimida es difícil de rebatir: la esperanza de vida ha crecido en todo el mundo, incluido los países más pobres. Un etíope en 1950 tenía una esperanza de vida promedio de 44 años, hoy puede vivir hasta los 61. Las peores enfermedades están siendo erradicadas. La viruela fue una enfermedad: ya no existe. Merced al progreso médico (a las vacunas) esta maldición que llegó a diezmar civilizaciones enteras y 300 millones de personas el siglo pasado, ha desaparecido desde 1977. Y sólo ha habido 37 casos de poliomielitis en 2017, concentrados únicamente en tres países.

La civilización (en su sentido más amplio, “contención de la violencia y la crueldad”) se impone a pesar de ­todo: los derechos humanos se extienden. Por ejemplo, la homosexualidad, que era un delito en casi todas partes, es admitida y se acredita con naturalidad: 100 países la han despenalizado. Todo esto contradice lo que comúnmente se cree de acuerdo con el World ­Value Survey: la tolerancia está ensanchándose en todas las zonas y culturas del mundo, así sea con dificultades y con muy diferentes grados.

Dejo los librotes de Pinker en el sillón y ahora pienso en México. Veo que varias de las tendencias esenciales se corroboran también aquí, pero no dos de las más ­importantes: aquí nos matamos más, de manera más violenta y bestial que en 1997 (16 mil 866 en aquel año; 28 mil 753 en 2017, veinte años después). Y el ingreso de la mayoría: no hemos podido recuperar las remuneraciones medias que teníamos antes de la crisis del ­tequila (véase Informe de la democracia en México, Siglo XXI-IETD).

El progreso no avanza por igual y por desgracia, aquí y en este tiempo nos tocó vivir. Hay avances ostensibles, pero los retrocesos civilizatorios mexicanos, en ­campos tan críticos, no permiten sumarnos al tren ilustrado y documentado del doctor Pinker.