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El debate público

Por unos cuantos párrafos

Ricardo Becerra

La Crónica

05/07/2015

Yerto en el duro suelo de su celda, Demetrio Citras, el anciano filósofo de Alejandría, con el cuerpo espantosamente lacerado, piensa que su tortura pudo evitarse, si en su confesión, sólo hubiera cambiado tres palabras.
Ocurrió en Escitópolis, en el año 359 y desde entonces –dice “La historia menor de Grecia”- la fortuna de ese pueblo se juega en una simple permuta de palabras, tal y como ocurrió el 23 de junio pasado, en Bruselas.
Cuenta el diario electrónico helénico Kathimerini (versión en inglés) que esa noche aciaga, el primer ministro griego Alexis Tsipras recibió sus catorce cuartillas (las que resumían su propuesta negociadora), tachoneadas en rojo, garabateo grosero en el que veía aparecer sólo incrementos para las cifras del sacrificio.
Disfrazadas de requerimientos “técnicos”, de repente y de muy mal modo, las exigencias volvían a subir, luego de cinco meses de dramáticos acercamientos entre Grecia y su triple interlocutor (la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo). Como anota el economista Xavier Vidal-Folch (a quien le debemos la reseña del reportaje en español), “Tsipras se sintió humillado, pero aún intentó durante dos jornadas y media revertir el revés”.
Pero –como buen griego- la tragedia siempre será superior a él. En la mesa, la conversación era inusualmente encabezaba por Jeroen Dijsselbloem, no por el Banco ni por el Fondo, y en lugar de retomar el borrador que Merkel había alabado tanto (“un gran paso”, declaró, “una buena base de negociación”), defendió ante los griegos aquellos garabatos descompuestos.
Esas 14 cuartillas eran casi idénticas a las que a su vez, el grupo europeo había presentado en la mitad de junio. Kathimerini reporta: “Se trata de dos documentos con el mismo número de cuartillas, mismo tipo de letra, formato idéntico con excepción de cambios en 5 párrafos” al que todos se acogieron aliviados y bautizaron como “comprehensive proposal”.
Allí se encerraba todo lo clave, todo lo sensible, el resumen que mantendría a Grecia dentro de la zona euro: el IVA en el sector turístico; impuestos de sociedades anónimas; recorte al gasto en defensa; pensiones; reforma laboral y privatización de la red eléctrica. Era un paquete duro de tragar para la izquierda griega, pero allí estaba, presentado formalmente por el mismísimo Primer Ministro.
Vuelvo a Kathimerini: “Más allá de los apartados precisos, años de aplicación, cifras concretas, existe un elemento esencial de las demandas griegas que no aparecía en el documento porque resultaba demasiado delicado como para fijarlo por escrito: la reestructuración de la deuda”.
Pero ese era el entendido: alivio, quitas decisivas en la pesada deuda de Grecia, si el gobierno era capaz de aceptar e implementar el duro programa de ajuste. Y no era secreto. Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea dio garantías públicas el lunes 29 de junio: el Eurogrupo estaba dispuesto a contemplarla y proponerla.
Recuerden: la deuda de Grecia representa hoy el 180 por ciento de su PIB, producto que sigue encogiéndose (1.2% de retroceso neto también en este año). Ahí está el nudo gordiano de la historia y era la tarea inmediata a la que se abocarían Merkel y el Banco Central Europeo tan pronto como llegaran al acuerdo que ya estaba más cerca que nunca.
Pero no. El documento tachoneado fue conocido por el Ministro de defensa, principal socio representante del ala derecha de la coalición de gobierno en Grecia. Llamó a Tsipras y exigió explicaciones adicionales con una amenaza explícita: dimitiría de su cargo y su partido -fuera ya del gobierno- votaría en contra de ese acuerdo.
Entre la obcecación tecnocrática y el chantaje derechista, Tsipras, entrado en la desesperación, improvisó la propuesta de referéndum que hoy votan los griegos. Por un error en la forma, por falta de delicadeza, en la última brazada de una negociación histórica, la buena política es derrotada por unas cuantas palabras, como lo lamentó toda su vida, el anciano Demetrio Citras.