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El debate público

Qué será de los partidos

 

 

 

María Marván Laborde

Excélsior

02/08/2018

 

¿Cambiarán las reglas? Por lo pronto, Morena ya presentó otra iniciativa, hay que reconocer que no es la primera, para reducir el financiamiento público a los partidos. Más allá de la popularidad de la propuesta que ha sido alentada por discursos antisistema, vale la pena considerarla, no sin antes decir tres cosas: 1) el financiamiento público es una vacuna efectiva en contra de la plutocracia; 2) se debe incrementar y controlar efectivamente el dinero privado; 3) la medida por sí misma no es suficiente.

Junto con la disminución del financiamiento público debe haber un control efectivo al ejercicio de los presupuestos de todos los gobiernos para impedir que entre dinero gubernamental a partidos y campañas.

Santiago Nieto, fiscal destituido de la Fepade por andar hurgando en las cuentas de la campaña de Peña Nieto, sin duda entendió muy bien los mecanismos de financiamiento ilegal de partidos y campañas, también encontró cómo mapear el uso electoral de los programas sociales. Más importante que reducir el financiamiento público legal, es acabar de tajo con el ilegal, que no es pequeño.

Parte del financiamiento privado que debe entrar a los partidos son las cuotas de los militantes. Es imperativo amarrar el financiamiento público a las cuotas de los afiliados. Desde 1996, que se incrementó bestialmente el financiamiento público, los partidos se despreocuparon de cobrar cuotas a su membresía. Nadie puede pertenecer a una asociación sin financiarla.

Parte del actual resquebrajamiento de los partidos se debe al exceso de financiamiento público que les permitió prohijar clientelas sin convencer militantes y mucho menos construir ciudadanía. Por eso se reblandeció el voto duro.

Para hacer política se necesita dinero, pero se puede afirmar que son mejores los países en los que existe el financiamiento público. Éste, desde luego, se puede disminuir, ¿50%? Habrá que estudiarlo.

El triunfo avasallador de López Obrador provocará una redefinición de los demás partidos en el espectro ideológico y veremos una agresiva defensa territorial de todos los partidos por sus bastiones.

Morena es un partido que se define como un partido de izquierda, no se ve fácil que el PRD tenga posibilidad de ofrecer una mejor alternativa. Es probable que también acabe de desfondar al PRI. La designación de Bartlett demuestra la decisión de abrazar al nacionalismo revolucionario del viejo PRI.

Salinas acabó con la dependencia de los sectores y se saltó, al menos, una generación de políticos, que todavía hoy lo resienten. El frente cardenista fue la escisión más importante en la historia del tricolor. Separó tecnócratas de políticos, neoliberales de estatistas, promotores de un mercado libre de globalifóbicos (el término no existía entonces, pero sí la vocación proteccionista). Los perdedores de entonces regresan hoy a través de Morena.

El nicho ideológico de Acción Nacional no parece verse amenazado. Es un partido conservador, de centro derecha, que da cabida y expresión a los católicos más conservadores que viven tan preocupados por gobernar la sexualidad de los demás. En este ámbito se acogerá, naturalmente, a los neoliberales y tecnócratas que defiendan el libre mercado y pugnan por un Estado mínimo. No se ve un liderazgo franco que recomponga o, de plano, refunde el partido, pero el espacio existe y será llenado.

Por el contrario, para los que quedan en el PRI será mucho más difícil encontrar una ideología que los defina y que los presente como una opción política distinta, viable y fuerte. Su recuperación necesita, además de liderazgo, identidad.

En el espectro ideológico hay lugar para un verdadero partido ecologista, especialmente ahora que el PVEM ya migró a Morena. MC, más que una oferta ideológica, vive de la fuerza de un líder carismático que desde Jalisco buscará expandir sus áreas de influencia. La sobrevivencia de los demás dependerá de la generosidad de las reglas de coalición y del financiamiento público.