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El debate público

Saturno devorando a un hijo

María Marván Laborde

Excélsior

28/05/2015

Pocas pinturas pueden ser más crudas que el cuadro de Francisco de Goya que representa a Saturno devorando a un hijo. De acuerdo con la mitología romana, se había profetizado que uno de sus hijos le arrebataría el poder. Saturno engendra varios hijos, a todos ellos, menos a Júpiter, quien acaba destronándolo, se los devora para desvanecer la amenaza.

La mitología nos hace sentido porque los seres humanos nos sentimos identificados en los dioses porque reflejamos en sus pasiones las nuestras, en sus errores nos vemos retratados y en sus triunfos quisiéramos alcanzar nuestros anhelos. Los dioses griegos y romanos habitan en un mundo muy parecido al nuestro que ha sido purificado por la ilusión de la eterna perfección.

La diosa de la transición democrática ha procreado varios hijos (instituciones), a los que les ha permitido compartir el cielo con los dioses (partidos políticos). Así nacieron la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la nueva era de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Instituto Federal Electoral, el Instituto Federal de Acceso a la Información y algunos otros. Todos viven en la permanente amenaza de ser devorados por sus padres. Al igual que Saturno, preferirán acabar con ellos antes de verse expulsados del cielo en el que habitan.

El Instituto Nacional Electoral nació amenazado por los partidos. En la contradicción total, mientras más desconfían del árbitro, más facultades le dan. En la reforma de 2007-2008 le otorgaron al IFE más de 50 nuevas atribuciones, en 2014 otras 70. Odian su protagonismo y son incapaces de reconocer que ellos lo propician.

Desde 2003 los partidos políticos dejaron claro que no están dispuestos a que tengamos una autoridad electoral autónoma y fuerte, sabemos, por la experiencia, que la inamovilidad de los consejeros es una falsa promesa que, con cualquier reforma constitucional, desaparece. Ya lo han hecho tres veces. Los once saben, o deberían saber, que la presión de uno o dos partidos grandes es suficiente para convertir en cenizas sus nombramientos.

El PAN, arquitecto de la reforma de 2014, fue quien urdió en esta ocasión la primera amenaza. Al haberse quedado con la peor parte en el proceso de negociación de los consejeros, quiso para sí el control de la Secretaría Ejecutiva. El INE hizo valer su autonomía, ratificó a Edmundo Jacobo, pero pagó muy cara su osadía. Los partidos se vengaron al imponer la condición de que todas las direcciones ejecutivas se aprobaran por mayoría calificada. El presidente quedó obligado a conseguir ocho de los once votos posibles.

Hace pocos meses se levantaron siete partidos de la mesa porque, de acuerdo con ellos, el Consejo no era suficientemente autónomo, ellos permiten que el Partido Verde burle la ley una y otra vez. El senador Barbosa dijo la semana pasada que la Reforma Electoral había fracasado en su propósito fundamental. Comienzan los rumores de que no sólo el Verde vería con agrado un nuevo cambio en el Consejo General antes de la elección de 2018.

En este contexto, sale a la luz pública la grabación de la llamada telefónica del consejero presidente, Lorenzo Córdova. Desafortunada conversación, sin duda, por ello salió a pedir una disculpa y a asumir las consecuencias de sus dichos. ¿Escándalo político? Habría que poner las cosas en su justa dimensión. Además de groserías y expresiones políticamente incorrectas, no había, no hay, transgresión de ley alguna, tampoco se pacta un fraude electoral o se asigna un contrato a un amigo.

La grabación ilegal de una conversación telefónica y su filtración es una amenaza a Córdova, pero sobre todo una amenaza al INE, por ello el filtrador anónimo afirma ser parte de la institución, para que la desconfianza crezca todo lo posible entre colegas y estructura, esto maximiza el daño causado. Los medios de comunicación tampoco han jugado un papel neutral, no es inocente la dimensión que le han dado al evento.

Los artífices de la filtración buscan amedrentar, obligar al silencio. El INE y sus consejeros, no sólo el presidente, fueron advertidos: están a la sombra de la guadaña que les acecha constantemente. Basta otra reforma constitucional para volver a ser engullidos por Saturno.