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El debate público

¡Se va el niño con el agua sucia!

María Marván Laborde

Excélsior

02/02/2017

Los lineamientos expedidos por el Instituto Federal de Telecomunicaciones buscan reivindicar los derechos de las audiencias dándoles viabilidad para hacerlos exigibles. Los derechos de las audiencias suponen, entre otras cosas, el compromiso de los medios de guiar sus actuaciones a partir de un código de ética que resuma sus compromisos como medio y generar un canal de comunicación con los públicos a través de una defensoría de las audiencias que canalice sus preocupaciones al medio.

México ha reconocido muy tarde estos derechos a pesar de que son parte esencial del Derecho a la Información consagrado en el artículo 6º Constitucional y están refrendados en la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión. Reconocer los derechos de las audiencias es brindar un trato digno al radioescucha o al televidente.

A través del código de ética el medio se compromete a ofrecer un periodismo y una programación de calidad, acorde a los valores que ellos mismos han hecho explícitos.  Adoptar la figura de un defensor de las audiencias es abrirse a la crítica. El periodista colombiano, Javier Darío Restrepo, considera que un código de ética y un defensor del lector sirven para entablar un diálogo ético al interior del propio medio, es poner en el meollo de cada decisión a las personas que los escuchan o los miran.

Los medios deben mostrar respeto a sus audiencias a través del compromiso de distinguir claramente la publicidad y, sobre todo la propaganda, de la verdad informativa. La noticia debe diferenciarse indubitablemente de la opinión. Cuando hay patrocinios encubiertos el público tiene derecho a saberlo.

Dicho esto, puedo reconocer que en la forma en que se reglamentó en los lineamientos mencionados se exigía una rigidez difícil de practicar; el IFT fue tan drástico que ahora está en riesgo todo el esfuerzo. Éste contiene grandes avances que debemos preservar. Se levantó tal ámpula entre los concesionarios y comunicadores, presionaron tanto, que lograron que el Senado y la Presidencia de la República presentaran sendas controversias constitucionales.

La relación de las audiencias con los concesionarios es, por definición, asimétrica. Los medios de comunicación mexicanos han despreciado sistemáticamente a su público, en el mejor de los casos lo toman en cuenta sólo como parte de un ratingal que hay que cultivar para obtener harto dinero. Los medios de comunicación son un negocio y así deben seguir siéndolo, pero no puede ser su única orientación la ganancia económica por encima de cualquier otra consideración.

Una vez más constatamos el inmenso poder que los concesionarios de radio y televisión tienen sobre la clase política. Si no fuera por la costumbre, diríamos que es impactante la habilidad y la eficacia con la que trastocan las decisiones legales que les implican cualquier forma de regulación. Los medios se rinden a la clase política y ésta a los medios. Las controversias constitucionales están por tirar al niño con todo y el agua sucia de la bañera.

En el fondo lo más preocupante, desde mi perspectiva, es que cada vez que se trata de empoderar a la ciudadanía acabamos por reafirmar la concepción de su debilidad intrínseca; pareciera que en México las personas requerimos de la protección de un gobierno paternalista,  no logramos proveerlas de herramientas para que hagan exigibles sus derechos por sí mismas. Al leer los fraseos de los lineamientos, no pude evitar pensar en las leyes electorales que tratan al votante como un eterno menor de edad. Habría que replantear algunas partes de los lineamientos y encontrar formas prácticas de implementarlos, pero no parece prudente deshacernos de ellos in toto.

PUNTO Y APARTE: Felicitémonos por las dos ciudadanas y los tres ciudadanos nombrados para conformar el primer Consejo de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción:  Jacqueline Peschard, Marieclaire Acosta; José Octavio López Presa, Luis Pérez de Acha y Alfonso Hernández. Personas de primera que nos permiten alimentar la esperanza de que en un futuro cercano podremos ver un México menos corrupto. Reconozco
la magnífica labor hecha por el Comité Seleccionador.