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El debate público

Senadores juegan chicken

María Marván Laborde

Excélsior

05/05/2016

Durante el mes de abril se discutieron en el Senado algunas de las muchas leyes que reclama el Sistema Nacional Anticorrupción. Con participación de la sociedad civil organizada en las mesas de negociación y reglas de parlamento abierto se fueron construyendo lo que parecían acuerdos.

Al final, los senadores jugaron chicken, les dio frío aprobar un sistema que pudiese funcionar y se quitaron del camino. Las últimas semanas fueron rounds de sombra. Con habilidad retórica trataron de endilgarle el costo político a cualquier otro. Fueron los demás quienes bloquearon el proceso.

Las vanidades y rencillas en el interior de los partidos también sirvieron para detener los avances legislativos, en un eterno bla, bla, bla, lograron agotar los tiempos. Se fueron los senadores a sus casas y ahora discuten si habrá periodo extraordinario o no. Nadie lo quiere antes de las elecciones de junio.

¿Acaso Roberto Gil se iba a arriesgar al crecimiento de Ricardo Anaya? ¿Miguel Barbosa iba a demostrar que podía trabajar en equipo con Agustín Basave? ¿Armando Ríos Piter iba a favorecer una negociación en la que no fuese él la estrella principal? La lista de enfrentamientos entre legisladores y dirigentes es larga y penosas son sus vanidades. Dominan en la escena política los intereses personales, todos ignoran la voluntad general, nadie tiene idea de qué significa el bien común que los panistas tanto presumen.

La principal resistencia, aunque no la única, está en la publicidad irrestricta de la declaración patrimonial. El PRI y el PVEM al menos tienen el mérito de haberlo dicho clara y abiertamente. Los demás partidos, principalmente el PAN y el PRD, encontraron maneras de eludir las decisiones. Todos tienen la misma responsabilidad, son maestros filibusteros.

El PRI planteó un paquete de cinco leyes y una declaración patrimonial acotada convencidos de que la propuesta sería inaceptable para la sociedad civil. Grande fue su sorpresa cuando la respuesta de las organizaciones fue: ¡Avancemos! ¡Esto es mejor que nada! Había que detener el proceso y el pagano no serían las organizaciones de la sociedad civil porque, contra sus expectativas, habían cedido.

Ninguno de los cuatro partidos que dicen querer que haya legislación estuvieron o están dispuestos a que el SNA sea una realidad concreta. Si el PAN y el PRD estuviesen verdaderamente comprometidos con el tema sólo necesitarían convencer a un senador más para que se aprobaran las leyes. Es cierto que sólo se necesitan 50% más uno de los votos de los presentes. Hábilmente y con una buena dosis de cinismo, Gamboa Patrón se los ha echado en cara: ¿de verdad panistas y perredistas quieren?, ¡pásenlas sin nuestro voto! Estrictamente podrían.

Si los partidos no nos tuviesen acostumbrados al desprecio que les merecen los ciudadanos, podría parecer increíble que se den el lujo de tirar a la basura el ejercicio ciudadano más importante de la década, 634 mil 143 mexicanos se pronunciaron pacíficamente, por las vías institucionales, para proponer al Congreso de la Unión una iniciativa de ley, la Ley General de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos surgió de la sociedad y, sin mayor empacho, decidieron ignorarlos.

El Informe País sobre la calidad de la ciudadanía en México, elaborado por el INE hace ya unos años, revela que la mayoría de los mexicanos cree que la forma más eficiente de relacionarse con legisladores y políticos es a través de marchas y bloqueos. La experiencia nos ha hecho aprender que la única manera de hacer efectivo el derecho de petición es atorando una carretera o impidiendo la circulación en Paseo de la Reforma.

El 28 de mayo, en 23 días, se cumple el plazo constitucional para aprobar, al menos, las leyes generales que exige el sistema. Los legisladores violarán, una vez más, la Constitución y pasarán por encima de las exigencias ciudadanas. Otro reloj vencido formará parte del sitio de internet en el que los ciudadanos llevan la cuenta de los plazos no cumplidos.

Sólo nos queda decir: Sí, señor Presidente, la sociedad está de mal humor por la actuación de su clase política. La sociedad está enojada porque sus políticos no sólo son corruptos, además, son frívolos.