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El debate público

Trump es lo que parece

Ricardo Becerra

La Crónica 

18/12/2016

No sé si inspirada en Freud o en Lacan, pero fue la psiquiatra E. Kübler-Ross la que formuló la famosa sucesión sicológica que sigue tras un acontecimiento traumático, como la muerte de un ser querido, el rompimiento con el ser más amado o… la llegada de nuestro enemigo declarado a la Presidencia de los Estados Unidos.

El síndrome lo he visto en ciudadanos de a pie como en boca de gente muy bien informada: Trump en campaña fue uno; Trump Presidente será otra cosa, mas moderado, por su responsabilidad, por los contrapesos institucionales y por el límite que le impongan los grandes intereses económicos que no le permitirán locuras.

Pamplinas: para quien quiera verlo nuestro inminente futuro —por desgracia— seguirá el guión que se lee hoy en las calles de Norteamérica: “No lo dudes: Trump cumplirá cada una de sus promesas de campaña”.

Así que no cabe la tranquilizadora palabra “incertidumbre¨. No, para nosotros el futuro no es incertidumbre, sino confrontación segura, desafío desde el primer momento, bajo la forma política que usted guste imaginar. El pleito binacional está cantado, y la pregunta es ¿que estamos esperando?
La cancillería ya emprendió medidas consulares, administrativas puntuales, pero los llamados genéricos a la “tranquilidad”, los llamados a la unidad sin contenidos concretos o la invocación a nuestra “solidez macroeconómica” no sólo no inyectan certidumbre, sino que exhiben una orfandad estratégica que debemos superar lo más pronto posible.

Antes del adormilamiento mental que inyectan las posadas, creo que los mexicanos nos debemos una tarea mayor: diseñar una estrategia nacional a la altura del amenazante contexto.

Por eso, hace pocos días, el Instituto de Estudios para la Transición Democrática (www.ietd.org.mx) propuso 13 puntos para armar una primera respuesta nacional: 1) La enérgica afirmación de los principios del derecho internacional; 2) La difusión en E.U. de los derechos que protegen a los mexicanos —con papeles y sin ellos— tanto la Constitución norteamericana como el marco jurídico internacional; 3) Abrir la política exterior a Canadá y a los estados y ciudades de E.U. que han comprendido la gravedad de la ofensiva (Nueva York, Los Ángeles y Chicago); 4) Articular la defensa de los mexicanos en E.U. mediante el vínculo con organizaciones sociales, empresarios, medios de comunicación; 5) Establecer un nuevo diálogo con dirigentes políticos y representantes en todo EU, en el Partido Demócrata, en el Republicano en todo E.U. no solo en Washington; 6) Contra la mentira, México debe emprender una masiva campaña de información acerca de los hechos, las contribuciones y los beneficios reales, de la relación bilateral; 7) Preparar al país para recibir una eventual migración de retorno y su reinserción; 8) Refrendar los compromisos planetarios de México, por ejemplo en materia del cambio climático; 9) Comenzar una agenda interna de corrección especialmente en materia económica. México no puede resignarse a recibir la era Trump, sumido en una recesión; 10) Iniciar una política consistente y gradual de recuperación de los salarios en México, para empezar; 11) Las alianzas comerciales con Europa, Asia y América Latina adquieren una importancia mayor; 12) Incorporar en la agenda hemisférica el fin de la guerra contra las drogas y su legalización en México, como en los Estados Unidos, y 13) Realizar —antes del 20 de enero— una Conferencia Nacional para organizar una agenda genuinamente nacional para preparar la estrategia frente a Trump.

Hay que salir de la negación: una aberrante agenda discriminatoria está planteada frente a nosotros con todas sus letras y los personajes de ese drama han sido designados. Es hora de preparar una respuesta mexicana.