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El debate público

Un acto fallido (o novatada) en el INEGI

Ricardo Becerra

La Crónica

18/07/2016

Comienzo con un aplauso de pie para una institución clave, referente obligado en México: el INEGI. Este país nunca tuvo tanta ni tan buena información para tomar decisiones, fundamentar o modificar políticas públicas. Y eso es así por su rigor, su transparencia y credibilidad, cuidadosamente ganada a lo largo de muchos años. Una de esas cosas que los mexicanos hemos hecho bien, pues.
Pero pasó algo muy extraño. Como rayo en cielo sereno, el viernes, INEGI publicó los resultados de una encuesta muy importante para medir la pobreza (y la riqueza) del país. El instrumento se llama “Módulo de Condiciones Socioeconómicas (mocoso, para los enterados) y se levanta los años pares, desde el año 2008.
Pues bien, de repente, sin avisarle a nadie, INEGI desplegó ese ejercicio el año pasado (año non) y lo más importante: cambiando ciertas preguntas y la metodología del levantamiento. ¿Resultado? Pues que los ingresos de los pobres se dispararon para arriba de manera espectacular. Por ejemplo, el ingreso corriente no monetario (el ingreso que no proviene del salario) se incrementó hasta en un 126 por ciento (recuerden que el año pasado se regalaron millones de pantallas en las zonas más pobres del país y tuvimos elecciones a pasto, entre otras cosas por eso no era un buen año para experimentar).
Y no obstante, hay dos problemas mayores: el ahora famoso MoCoSo nos deja sin historia porque no es comparable con los ejercicios instrumentados en años pares durante la última década. Y lo peor: el INEGI lo hizo con sigilo, sin consulta, sin deliberación ni transparencia.
¿Exagero? Miren lo que dice la propia página de INEGI (www.inegi.org.mx): “El Modulo de Condiciones Socioeconómicas anexo a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) es un esfuerzo entre el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL)… Su periodicidad es bienal y se cuenta con información a partir de 2008”.
Pues esto fue lo que se dinamitó con el experimento del año pasado y que apenas conocimos este viernes. Con toda razón el CONEVAL ha puesto el grito en el cielo pues ese módulo es también su responsabilidad y más: constituye la materia prima de su trabajo, los datos con los que debe presentar su medición y evolución de la pobreza (un sabotaje quizás involuntario, pero real).
Como se ve, este episodio fractura una relación estratégica para el país, entre dos de sus instituciones clave; da al traste con casi una década de trabajo riguroso, sistemático y sobre todo, comparable, instalando así un embrollo en el que damos varios pasos atrás en materia de confianza pública.
Hay que anotar algo: la medición que proviene de ese módulo no era una ocurrencia, fraguada al ahí se va, ni un ejercicio estándar, sino el resultado de muchos años de indagatorias y cuidadosos debates entre un montón de especialistas, académicos, instancias internacionales y funcionarios competentes.
Pero entonces ¿por qué hizo esto el INEGI y porqué de esta manera? Los peor pensados dicen que la impaciencia se debió a fuertes presiones del gobierno y de los gobernadores. Ya se sabe: no se pueden explicar porque siguen multiplicándose los pobres, si han hecho tan buenas reformas y siempre es más fácil bajar la estadística de pobres, que la pobreza misma.
Los más técnicos arguyen que las encuestas levantadas hasta 2014 adolecían gravemente del fenómeno de la “subdeclaración” (o sea, por diversas razones, no confesamos al encuestador nuestros ingresos reales, totales). Y en efecto, existen varias investigaciones recientes que muestran que la subdeclaración es una maña que recorre toda la distribución, pero muy especialmente entre los más ricos, como lo ha señalado el mismísimo Piketty.
Si se trataba de mejorar; de “perfeccionar”; si estamos sólo ante un “ejercicio experimental” cómo dicen algunos voceros del INEGI ¿por qué no lo comunicó al CONEVAL, porque no lo anunció desde el principio, lo puso a disposición de los especialistas y de la opinión pública? Para mí es un misterio y uno de esos errores gratuitos que nos saldrá muy caro.
En descargo del nuevo Presidente del INEGI, Julio Santaella (venido de las placentas del Banco de México) esta extraña decisión fue tomada en 2015, antes de que ocupara su cargo. Pero con seis meses al frente, debió prever las consecuencias. Un cúmulo de problemas; un acto fallido; su primera novatada.