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El debate público

Una comisión para imaginar la CDMX del siglo XXI

 

 

 

 

 

Ricardo Becerra

La Crónica 

29/10/2017

La Ciudad de México ya tiene, ya integró, una Comisión de Reconstrucción, transformación y futuro después del sismo del 19 de septiembre. ¿Qué cosas debe cumplir —rápido— esta comisión?

Primero: elaborar el Programa de Reconstrucción y Transformación de la Ciudad. Ésta es una tarea de elaboración técnica, científica, pero también fruto de la escucha y la conversación con los ciudadanos, los damnificados y afectados (por supuesto) pero con todos los demás también.

La Comisión no tiene “EL” Plan, lo elaborará apoyada en la ciencia y en la técnica, pero también bajo consulta, escuchando a cada ciudadano que quiera decir su propia versión y su propia verdad. El plan de reconstrucción surgirá de esa escucha y de esa nueva sensibilidad que ha emergido de entre los escombros y de las acciones de rescate.

Segundo: La Comisión tiene la delicada misión de conseguir, gestionar y transparentar cada peso que llegue bajo la forma de ayuda a los damnificados, los daños estructurales y las necesidades de modernización de la infraestructura pública de la Ciudad.

La ayuda recibida por la amplia colaboración de la sociedad mexicana y de otros países. El uso, destino y rendimiento de los fondos de esa ayuda deben ser transparentes y estar vinculados orgánicamente al plan de reconstrucción, bajo la supervisión permanente de los órganos representativos, la sociedad civil, la prensa, los centros de enseñanza superior, los colegios de profesionistas y las asociaciones de vecinos y usuarios inmediatos.

La idea del Fondo Único —auditable, claro, transparente en su aportación como en su destino— es una de las alternativas más importantes para generar confianza y por tanto, para multiplicar las aportaciones de privados, públicos, nacionales e internacionales. Como pocas medidas, el Fondo Único conviene y potencia la Reconstrucción y los proyectos a largo plazo.

Otro punto crucial ha sido señalado hasta el cansancio por el Jefe de Gobierno: la necesidad de liberar recursos públicos federales para destinarlos a la reconstrucción, de Chiapas, Oaxaca, Morelos y la Ciudad de México. No hace falta insistir en la difícil situación económica que atraviesa el país, pero esa realidad no obliga al determinismo ni a la fatalidad de la “austeridad” mal entendida y con los apellidos que sean. Se impone revisar las condiciones del manejo de deuda, hoy incompatibles con la salud de la sociedad entera. Digámoslo de este modo: la llamada “austeridad” o “disciplina” no puede ser el pretexto para no emprender, desde ya, un masivo programa hidráulico y de recuperación de los mantos acuíferos en la Ciudad, cuyos huecos geológicos hacen cada día más peligrosos los movimientos de tierra.

Es ya una cuestión de vida o muerte: dejar de gastar en esas obras, será más costoso y riesgoso para millones de seres humanos, que mancillar el principio religioso del superávit primario, esa supuesta disciplina “pase lo que pase” incluyendo el terremoto más intenso en 32 años.

Tercero: administrar y actualizar la Plataforma CDMX, ese sitio en internet único, representativo del conjunto del gobierno, que brindará la mayor y mejor información a los ciudadanos sobre los riesgos y las vulnerabilidades de la Ciudad en la que viven. Sembrar, cultivar y cosechar un futuro y moderno Sistema de Vulnerabilidades y Riesgos de la Ciudad, que tenga la solidez científica, el dinamismo y la actualización, la transparencia y la debida interacción con la ciudadanía.

Cuarto: a la Comisión le corresponde un amplio trabajo de producción jurídica bajo la forma de propuestas de decretos, lineamientos, acuerdos, etcétera, para atender cada zona y cada problemática, que detonó el sismo. Además, una serie de actos jurídicos y administrativos para responder a los grupos vulnerables. Es decir: un camino jurídico practicable para transitar una situación de absoluta excepción.

Y cinco, por sobre todas las cosas: estar muy cerca de la ciudadanía, de los damnificados, de los afectados y de los interesados en influir en las decisiones de la Ciudad Futura. Crear empatía, producir confianza, canales adecuados y particularmente dar un espacio legítimo a toda esa movilización espontánea que reclama su lugar y su voz en la reconstrucción.

Tales son los principios con los que ha nacido y se anima la Comisión para la reconstrucción y para el futuro de nuestra zarandeada y esperanzada Ciudad.

Por azares del destino, el Jefe de Gobierno me ha encargado, “echarme en lomo” (Juan Rulfo, dixit) esta responsabilidad.