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El debate público

Una sociedad por encima de sus políticos

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

13/06/2016

Alternancia, con todo y limitaciones, resulta el término más adecuado para definir a los resultados electorales. Ocho de las doce gubernaturas que estaban en juego cambiaron de partido. En cuatro de ellas siempre había gobernado el PRI. El Revolucionario Institucional perdió seis de esos gobiernos (Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas, Veracruz), conservó tres (Hidalgo, Tlaxcala y Zacatecas) y recuperó otros dos (Oaxaca y Sinaloa). El PAN ganó Aguascalientes, Chihuahua y Tamaulipas y conservó Puebla. La alianza PAN-PRD ganó Durango, Quintana Roo y Veracruz, pero perdió Oaxaca y Sinaloa.
Desde hace una semana, una vez que funcionaron los resultados preliminares, el dictamen mediático asignó vencedores y perdedores: notable avance de Acción Nacional e incuestionable retroceso del PRI. El estancamiento del PRD se confirmó. Las expectativas acerca del crecimiento de Morena no se cumplieron, ni siquiera en la Ciudad de México, donde reunió el 30% de los votos para diputados al congreso que hará la Constitución local, apenas 3 puntos más que el PRD. Sin embargo, el comentario en los medios por lo general se queda en la descripción de grandes trazos, a menudo aderezado con notorios prejuicios.
La alternancia es una de las expresiones más notorias de la democracia. El cambio de gobiernos nunca garantiza que la sociedad estará mejor representada ni que sus problemas se resolverán. Pero indica, ni más ni menos, que los ciudadanos pueden cambiar de gobernantes. De eso se trata.
La que hemos presenciado es una alternancia a medias. Tres de los gobernadores que desplazan al PRI han sido priistas, pero compitieron con las siglas de otro partido. Es difícil considerar que los ocurridos en Durango, Quintana Roo y Veracruz sean auténticos cambios.
En todo caso, y debiera ser un lugar común, pero la murmuración de la opinión publicada insiste en suscitar dudas acerca de ese incontrovertible hecho, los ciudadanos deciden, de entre los candidatos, quiénes los van a gobernar.
La confrontación entre los partidos lleva a los ciudadanos a las urnas, pero no es el único motivo. Hay quienes votan en busca de cambios, otros más lo hacen para ratificar o sancionar. El mapa del voto mexicano es diverso, igual que nuestra sociedad.
La tasa de concurrencia más alta a la elección del domingo 5 de junio, con el 59.7% de los ciudadanos, fue en Hidalgo que de las entidades donde hubo elecciones es la única en donde el PRI siempre ha ganado la gubernatura. En Oaxaca y Zacatecas, en donde ese partido recuperó y mantuvo las gubernaturas, participaron el 58.8% y el 58.6% de los electores posibles. En esos casos, al PRI le favoreció una alta participación ciudadana.
Pero no se puede decir que más votantes significan mejores escenarios para el Revolucionario Institucional. No fue muy distinta la tasa de participación en Tamaulipas (56.4%) y Quintana Roo (56%), donde ese partido perdió.
De los estados donde hubo elección de gobernador, solamente en tres la participación ciudadana fue menor al 50%. En Chihuahua y Puebla, donde ganó el PAN, fue de 48.5% y 44.7%, respectivamente. En Sinaloa, en donde el resultado fue para el PRI, fue a votar el 44.3% de los ciudadanos registrados. En la Ciudad de México se equivocaron quienes dijeron que iría apenas la quinta parte de los votantes; la asistencia fue de 28.4%, que tampoco es para celebrar, pero que no resulta pequeña en vista de la peculiaridad de esa elección y del boicot que le hicieron las televisoras privadas.
Todos estos datos los hemos tomado de los programas de resultados electorales preliminares que estaban en línea el reciente fin de semana. Algunos tendrán ajustes, pero la disponibilidad de esa información desde la noche del domingo 5 confirma que los mecanismos que tienen las instituciones electorales para contabilizar y difundir los resultados han funcionado bien. La escasez de reclamos fundados por parte de los partidos da cuenta de una elección razonablemente limpia.
Las quejas porque los portales del PREP no ofrecían datos con prontitud se debieron en parte a la ausencia de información específica que pudo haber sido proporcionada por conteos rápidos de los resultados en las urnas. Solamente tres organismos electorales locales (Oaxaca, Veracruz y Zacatecas), además del INE para la Ciudad de México, hicieron conteos rápidos. Pero esas quejas, además de apresuradas, indicaron alguna ignorancia de comentaristas y locutores que no comprendían los ritmos con los que va fluyendo la información de las casillas electorales.
En todos los estados donde hubo elección de gobernador, excepto uno (Puebla), también se renovó el Congreso local. Además, hubo elección, únicamente para Congreso local y ayuntamientos, en Baja California.
En dos entidades la votación para diputados favoreció a partidos distintos de los que ganaron la gubernatura. En Durango el próximo gobernador, José Rosas Aispuro, postulado por PAN y PRD, tendrá un Congreso dominado por el PRI, cuyos candidatos a diputados ganaron 9 de los 15 distritos de mayoría. En Quintana Roo, donde la elección para gobernador la ganó Carlos Joaquín González respaldado por una coalición panista-perredista, los votantes prefirieron al PRI en la elección para diputados en 10 de los 15 distritos.
Tanto Rosas Aispuro como Joaquín González fueron priistas, pero cuando su partido de toda la vida designó otros candidatos se dejaron cobijar por otras siglas. En esos estados los electores, en su mayoría, votaron por ex priistas en la boleta para gobernador y por priistas para diputados.
El resto de los nuevos gobernadores tendrán congresos dominados por los partidos que los postularon, a reserva de que en los recuentos o en las asignaciones de legisladores plurinominales haya ligeras modificaciones en la composición que indican los resultados iniciales.
En Aguascalientes, además de Martín Orozco Sandoval, postulado por el PAN, ganaron 11 candidatos panistas y 7 priistas para el Congreso local. En Chihuahua, el PAN, además de la gubernatura que ocupará Javier Corral Jurado, ganó 16 diputaciones de mayoría; el PRI obtuvo 6.
En Hidalgo, el próximo gobernador, Omar Fayad Meneses, contará en el Congreso con 13 diputados priistas de mayoría; el PAN obtuvo 4 y el PRD una de esas posiciones. En Oaxaca, el también priista Alejandro Murat Hinojosa tendrá un Congreso con 15 correligionarios suyos de mayoría, además de 7 de la coalición PAN-PRD y 3 de Morena.
En Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, del PRI, gobernará con un Congreso notoriamente propicio: 22 de 24 diputaciones uninominales las ganó el PRI con los partidos que se le aliaron, las otras dos fueron para el PAN.
Tamaulipas, donde el candidato panista Francisco Javier García Cabeza de Vaca ganó la gubernatura, tendrá un Congreso de dominio blanquiazul gracias a las 16 diputaciones de mayoría que obtuvo ese partido, además del PRI que ganó 6.
En Tlaxcala, Marco Antonio Mena Rodríguez, del PRI, recibió más votos de acuerdo con el cómputo en las casillas y los candidatos de ese partido ganaron en 9 de 15 distritos; en 4 ganó el PAN y en 2 el PRD.
En Veracruz, el escenario será más complejo. La alianza PAN-PRD que postuló a Miguel Ángel Yunes Linares ganó también 12 de las  30 candidaturas al Congreso local. Morena, que será el partido con posibilidades para articular o impedir mayorías, ganó 9; el PRI obtuvo 8 y Alianza Social (que apoyó al candidato priista a la gubernatura) una más.
En Zacatecas, Alejandro Tello Cristerna, del PRI, estará apoyado por 15 diputados de la alianza PRI-PVEM en el Congreso local. PAN y PRD ganaron 2 diputaciones y Morena sólo una.
En la Ciudad de México votamos casi 2 millones 100 mil ciudadanos. Quienes siguen diciendo que las casillas estaban vacías o que los electores desdeñaron las urnas es porque, sencillamente, no quisieron ir a votar. La elección de representantes que diseñarán la nueva  Constitución no suscitó entusiasmo generalizado, pero nadie podrá decir que no están avalados por el voto popular.
Esa votación fue precedida por una de las campañas más evidentes y persistentes que los medios de comunicación en México, muy especialmente la televisión y la radio, han desplegado contra un proceso electoral. Los partidos difundieron spots fastidiosos y huecos, pero en los espacios de noticias esa elección fue prácticamente ignorada. Las televisoras privadas apostaron a ocultarla para, después, cuestionar la falta de participación en ella.
Durante el periodo de campañas formales, entre el 18 de abril y el 1 de junio, en Televisión Azteca el noticiero que conduce Javier Alatorre, en Canal 13, destinó a las campañas en la CDMX una breve nota, acerca del PAN, con duración de 49 segundos. Nada más, en el transcurso de seis semanas y media. Ni el noticiero de la mañana del Canal 13 ni Hechos de la tarde se ocuparon en absoluto de ese tema.
En Televisa, el noticiero matutino de Carlos Loret de Mola, en Canal 2, dedicó 2 minutos con 44 segundos a las elecciones en la capital del país; se trató de una nota acerca de Movimiento Ciudadano. El noticiero que conduce Joaquín López Dóriga en Canal 2 no dio un solo segundo a ese tema. Tampoco lo hicieron, entre otros, los noticieros de Paola Rojas y Adela Micha.
En cambio, el noticiero matutino de Canal Once, que conduce Javier Solórzano, se ocupó del proceso para integrar la Asamblea Constituyente durante un total de 97 minutos con 48 segundos. Más de 20 de ellos los ocuparon notas acerca del PRI y casi 13 fueron para candidatos independientes.
Las televisoras privadas ocultaron la información sobre la elección en la Ciudad de México para decir que la baja participación se debió a la ineficacia de los spots. Con ello, argumentarán que hay que regresar al modelo de propaganda pagada en medios electrónicos.
Los saldos de la elección son abundantes. Nos hemos detenido en los datos porque abundan las especulaciones improvisadas y sin respaldo en los hechos. A pesar de la pobreza de las campañas y de la muy discutible trayectoria de muchos candidatos, los ciudadanos quisieron y pudieron decidir en las urnas. La sociedad demuestra que puede ser mejor que la mayoría de sus políticos. Por desgracia, la opinión publicada (articulistas, conductores, columnistas) entrampada en prejuicios, intereses e ignorancias, sigue rezagada respecto de esa sociedad.