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El debate público

Venezuela a vuelo de pájaro

José Woldenberg

Reforma

21/07/2016

Invitado por la Universidad Católica Andrés Bello para participar en una Conferencia Internacional sobre Transiciones, estas son mis impresiones de lo que sucede en Venezuela.

Polarización política aguda, desabasto de algunos productos básicos, una potente ola de violencia delincuencial e intentos de mediación internacional, son las primeras estampas. Los discursos denigratorios de los adversarios tanto del gobierno -que habla como si sus antagonistas fueran conspiradores- como de la oposición; las largas colas para conseguir productos de primera necesidad (arroz, azúcar, harina, aceite), la información sobre saqueos a establecimientos comerciales y la designación del ministro de Defensa, general Vladimir Padrino López, como responsable de la «Gran Misión Abastecimiento Soberano»; más 259 mil asesinatos desde el año 1999 hasta 2015, y la presencia de dos ex Presidentes (Torrijos de Panamá y Rodríguez Zapatero de España) tratando de tender puentes entre el gobierno y la oposición, pintan un primer cuadro cargado de tensión e incertidumbre.

Escuchando uno intuye que hay un antes y un después. Un antes con la presencia imponente del presidente Chávez y la persistencia de altos precios del petróleo; y un después modelado por una Presidencia que no pudo heredar el carisma de su antecesor porque eso no se transmite como estafeta y que ha visto reducirse no solo los ingresos por concepto de venta de barriles, sino también su producción.

La oposición, reunida en una Mesa de Unidad, obtuvo un sonado triunfo en diciembre pasado al ganar la Asamblea Nacional. Y ante la notable pérdida de apoyo del actual gobierno ha demandado la celebración de un referéndum revocatorio del presidente de la República. Se trata de un recurso contemplado en la Constitución, pero reglamentado de tal manera que deja en el Consejo Nacional Electoral altas dosis de discrecionalidad. Así, mientras el gobierno asegura enfáticamente que no habrá revocatorio y la oposición transita por el laberinto de requisitos que impone a cada paso la autoridad electoral, el desenlace es de pronóstico reservado. De lo que no hay duda es que de celebrarse este año y de triunfar la propuesta de revocación, se deben llevar a cabo nuevas elecciones 30 días después. No obstante, si el referéndum se realizara después de enero de 2017 y aunque fuera ganado por la oposición, pasaría a ocupar el lugar de Maduro el vicepresidente de la República. El tiempo corre y su transcurso no resulta trivial.

Lo cierto es que la polarización existe y que los bandos en pugna tienen base social. La oposición es fuerte, diferenciada, plural y expresa un malestar creciente con la gestión gubernamental. Y aunque el gobierno ha visto menguada su base de apoyo, no deja de tener seguidores e implantación. Existe, sin embargo, un punto de acuerdo entre ambos que vale la pena valorar porque es posible explorar: reconocen que solo la vía electoral resulta legítima para ocupar los cargos de gobierno y legislativos. El problema es que las condiciones de la competencia son marcadamente asimétricas a favor del gobierno, la autoridad electoral está alineada con el oficialismo, aunque el mecanismo de emisión y cómputo de los votos es certero y confiable.

Si ello es así, la espiral de desencuentros puede hacerse más extrema o quizá se pueda aprovechar la oportunidad: porque parece que la situación demanda construir un espacio para todos; para que las diferencias se expresen y contiendan y convivan, es decir, un marco normativo e institucional que equilibre la esfera electoral y robustezca las instituciones de la democracia. Y junto a ello, políticas -quizá pactadas- para atender las crisis económica, social y de violencia que se retroalimentan. Un militante de la oposición nos dijo que estaban juntos pero no unidos, porque a nadie escapan las fuertes diferencias que acompañan al polo opositor. E imagino que en el gobierno también deben existir diferentes fórmulas para enfrentar lo que sucede. Hay incluso quienes distinguen el «chavismo» del «madurismo», y algunos de los primeros al parecer tienen una actitud crítica frente al segundo. Esa diversidad es la que clama por un proceso de distensión que solo será tal si el diálogo y los acuerdos son capaces de abrir paso para una Venezuela incluyente.