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El debate público

Y al despertar… la democracia estaba allí

 

 

 

Ricardo Becerra

La Crónica

08/07/2018

 

Por ley, hoy termina la fase más importante del proceso electoral, o más bien, de los muchos comicios que conformaron “la elección más grande de la historia en el país”. Propongo aquí un inventario de las cosas que  casi no se dicen ni se han discutido, tampoco se valoran y menos se han reconocido en nuestro siempre roñoso debate público. Son éstas:

1) El lunes por la mañana —incluso los candidatos más belicosos, perdedores incluidos— parecían envueltos en un algodonado halo de alivio. En el humor y en el ambiente de días y hasta semanas previos, había ya un cansancio de mineros por la dilatada campaña, por lo salvaje de su curso y sus discursos, y porque a todos nos parecía chocante prolongar por más tiempo un triunfo anunciado por todas las encuestas. Ciertamente, del proceso electoral, acabamos exhaustos pero así lo marcaba la ley.

2) “Hartazgo” es la palabra que resume el ánimo que alimentó ese aluvión llamado López Obrador. Pero el voto es siempre una herramienta saturada pues mete a la urna —al mismo tiempo— ideología, filiación partidista, fobias, prejuicios, el interés por un tema concreto, la situación de nuestro bolsillo, lo que se oye en medios, en las conversaciones, un evento personal particular. Pero los días siguientes de la elección, cuando los votantes de López Obrador dejaban el sigilo y exultaban de gusto, me sorprendió una de sus expresiones recurrentes: “hay que probar”. De diversos modos y fraseos eso me dijo mi conserje, mi voceador, el franelero, un par de meseros y el hombre del estacionamiento. La conciencia de que el PAN y el PRI ya habían quemado su oportunidad y que ahora “le tocaba” al más férreo opositor durante años. Tal razonamiento —más generalizado de lo que creemos— está en la base del triunfo de Morena y nos informa de una evaluación masiva de varios sexenios y gobiernos, digamos, sin exagerar, de una valoración histórica de millones para emitir el voto (ojalá se pueda medir).

3) Todo lo cual produjo uno de los hechos distintivos de estas elecciones (a calibrar en su magnitud, que parece enorme): la diferenciación del voto. Ya sabemos que tenemos carro completo, pero me refiero a otra cosa ¿cuántos ciudadanos votaron de manera diferente con sus tres, cinco o seis boletas? López Obrador siempre estuvo arriba de su correligionario a gobernador, a diputados y senadores. Meade y Anaya padecieron lo contrario. Los de Jalisco —el tercer padrón más grande del país— votaron dos a uno por el próximo gobernador Enrique Alfaro, pero ganó López Obrador ¿de que tamaño es esta sofisticación, múltiple y cruzada?

4) Confirmado, el período de Enrique Peña Nieto pasará a la historia por ser el de mayor frenesí alternativo. Ya es el sexenio de las alternancias. Según cuentas del analista Carlos Flores (Voz y Voto, julio 2016), con lo ocurrido el año pasado y hace una semana, el presidente Peña vio 21 alternancias para gobernador en su sexenio (más una suma mucho mayor en los municipios). A su lado, Felipe Calderón “apenas” testificó 16 alternancias locales. Contrario a lo que se repite en la prensa, vivíamos ya una extendida escuela de democracia en todo el país.

5) Para mí, sin embargo, la nota más perturbadora está en el “régimen económico”: para poder ganar López Obrador tuvo que forjar extrañas alianzas, subir en su barco a todo tipo de personalidades contradictorias y presentar temas de campaña, lo menos a la izquierda que fuera posible. México es un país derechista, y quizás, ése fue el precio político a pagar. Pero ¿querrá, podrá, sacar adelante iniciativas que comiencen a cambiar con la hegemonía de la política económica que nos domina?

6) El sistema electoral funciona, y lo hace bastante bien (¿recuerdan las muchas voces que clamaban por cambiarlo todo, que anticipaban un infierno y se preparaban para refundarlo?). Resulta que millones estuvieron dispuestos a sacrificar un domingo de mundial e incluso aguantar las quejas necias de los partidos las siguientes 72 horas, con tal de participar y vigilar la elección, cuidar el sufragio de los vecinos. La estructura profesional es intachable. Pero el Consejo General del INE aprendió y tomó una decisión clave: se hizo cargo de todos los conteos rápidos, en la elección presidencial y en las nueve para gobernador.

Es una lección bien digerida: quien debe llevar la voz cantante de la información electoral no son los privados, los medios y menos los candidatos: es la autoridad, como mandan los manuales democráticos.

Así pues, señoras y señores, las condiciones democráticas estaban allí, listas, probadas y funcionando. Lo alucinante, lo que sigue siendo una tacha de nuestra discusión, de nuestros intelectuales y nuestra cultura es que, el primero de julio, las condiciones de la democracia ya estaban allí.