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El debate público

Birdman: historia dentro de la historia

Ricardo Becerra

La Crónica

11/01/2015

No soy de los que se pondrá roñoso. Diré exactamente mi impresión: Birdman es, a mi entender, la mejor, la más original, la más completa película dirigida por un mexicano. Esta nota será, por tanto, un panegírico pero voy a intentar explicarlo. Miren porqué.

Porque resuelve una puesta en escena compleja, pirándellica. Es decir, en Birdman hay una película dentro de la película, un teatro dentro del teatro. Estamos ante un montaje aleccionador y asombroso en el que los actores encarnan unos personajes que a su vez se representan a sí mismos y cuyo libreto es metáfora de su propia vida. Edward Norton es el actor consagrado por la crítica, competente, famoso, pero insufrible hinchapelotas de los directores y de los equipos de producción. Michel Keaton es, por supuesto, el intérprete de medio pelo que amasó millones de dólares representando un superhéroe de películas adolescentes y que no obstante -viejo y venido a menos- arriesga y representa —por una vez— un papel difícil, digno del gran teatro de Broadway. Los planos se superponen: se actúan a sí mismos actuando sus personajes, en un juego neurótico y egocéntrico que tiene como trasfondo otra metahistoria: la de Holywood y sus complejos, su ambición y los muchos ridículos que propicia el dinero, la popularidad, la bendición de los críticos. Todo eso es Birdman, muy denso, sí, pero nunca cae en el tedio ni la pedantería.

La cinematografía y su técnica nada le pide ya, al más puro Hollywood, digamos a un Martin Scorsese. Dinámica, trepidante, usa y abusa la “cámara no estabilizada” que persigue los movimiento de los personajes a lo largo de estrechos pasillos, recovecos y camerinos repletos y desordenados. Ese uso magistral de la cámara no es mero virtuosismo técnico (como sucede en Gravity por ejemplo) sino que está al servicio de la historia pues su precisa agitación inyecta la atmósfera ansiosa y neurótica que necesita el drama. Mención especial merece Emmanuel Lubezki, quien después de haber deslumbrado al público con la inmensidad de su espacio interplanetario en 3D, regresa a la tierra para filmar entre claustrofóbicos pasajes que dan cuenta del carácter enloquecido de la comedia.

Por fin, Alejandro González Iñárritu lanza un mensaje clave, que necesitan con urgencia tantos otros directores mexicanos: la importancia de lo bien escrito y lo bien dicho. No sé cuántos lustros lleva el cine nacional –o el hecho por mexicanos en el extranjero- gangrenado por la idea buena onda de diálogos corrientes, chuscos, salpicados de majaderías: actores obligados a hablar un no idioma, porque se trata, según uno de nuestros directores, de exponer “cómo habla la gente”. Pues bien: en Birdman el libreto es impecable, abundante en diálogos memorables y las “citas” a otras películas, obras de teatro y novelas.

Y las actuaciones son tan convincentes que en varios giros a lo largo del relato, uno se pregunta cuál es el verdadero protagonista, quién tendrá el hilo y el desenlace que se despliega in crescendo. Norton es extraordinario, exigido al máximo por el director real (González Iñarritu ) y por el director dentro de la película, en el teatro (Micheal Keaton). Este ex Batman venido a menos –en la realidad real y en la ficción- se expone ante el talento de sus actores, a la burla y la zahiriente mofa de su hija, del superhéroe que habita en su cabeza, de los críticos profesionales y por supuesto del público (dentro y fuera de la cinta) que también sale raspado por su frecuente mezcla de saña y ñoñez.

De tantas cosas bien hechas, creo, esta película va a aportar dos o tres escenas para la historia que no me corresponde relatar (por puro respeto a los que no la han visto). No obstante, puedo adelantar que por su guión, por su técnica, por sus actuaciones, por sus diálogos, por esa genial yuxtaposición de historias y personajes, y por su espíritu irónico y burlón, Birdman es, probablemente, la mejor película filmada por un mexicano.

Ok, ok, el entusiasmo no debe confundirme. González Iñarritu es mexicano pero su cine, estadunidense. No importa. Creo que desde hace rato, la cultura mexicana andaba buscando un gran director, uno con el poder de instaurar una nueva y moderna tradición de mejor cine. Alta calidad y taquillero. Y creo, ya lo tenemos.

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Con esta entrega vuelvo a La Crónica de Hoy, que antes fue mi casa, siempre respetuosa y hospitalaria. Vuelvo agradecido con don Jorge Kahwagi G. y con Francisco Baéz nuevo Director de este diario. La oportunidad de encontrarme con usted, lector, ocurrirá los domingos. Gracias de nuevo.