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Brasil: creciendo y distribuyendo

La gran crisis financiera apenas y pasó por Brasil. Ese país salió más rápido que el mundo desarrollado de la depresión, gracias a una afortunada conjunción de circunstancias, una especialmente importante y poco subrayada: una década continúa con gobiernos de izquierda democrática, que han sabido combinar el rigor para el crecimiento al mismo tiempo que una distribución sostenida del ingreso. ¿Resultado? Economía abierta, exportadora al lado de un mercado interno que se hace cada vez más fuerte. Así impulsan a la economía con dos motores. He aquí las noticias (desde El País y el Financial Times) llenas de lecciones para América Latina.

«Los éxitos de Brasil también son mi obra«.

Entrevista a Fernando Henrique Cardoso
Hernán Gómez Bruera
La Jornada Morelos
, 04/06/2010

Dos veces presidente de Brasil (entre 1995 y 2003), Fernando Henrique Cardoso es una figura política clave para entender ese país que hoy ha adquirido un lugar destacado a nivel mundial. Intelectual, antes que político, Cardoso se hizo conocido entre los círculos de izquierda durante los años sesenta por su obra Dependencia y Desarrollo en América Latina. En aquel libro, escrito junto a Enzo Faletto, el sociólogo planteaba que existía una relación de dependencia de los países periféricos frente a las economías centrales y proponía una agenda para revertirla. Aquella obra no sólo le dio fama universal, también lo convirtió en un referente para la izquierda latinoamericana.

Sus viejas posiciones cambiaron con el paso de la academia a las altas esferas del poder. En 1995 Cardoso fue electo presidente de Brasil luego de una exitosa gestión como ministro de Hacienda. Se abocó entonces a la tarea de emprender una apertura gradual, un programa de ajuste estructural y la más numerosa serie de privatizaciones que conozca la historia de ese país. A los pocos días de asumir, y al ser cuestionado por la congruencia de su programa “neoliberal” frente a sus viejas ideas desarrollistas, declaró a un periodista: “olviden todo lo que escribí”. Aunque a la fecha niega haber hecho esa afirmación, las inconsistencias entre el intelectual y el político han sido señaladas por más de uno.

Cardoso y Lula han tenido una historia de encuentros y desencuentros políticos, pero también de envidias personales. A finales de los ochenta discutieron formar juntos un partido político de izquierda. Con el tiempo sus caminos se separaron. Mientras Lula se abocó a la formación de una organización más radical, el PT, Cardoso creó unos años después una organización más moderada, y abiertamente socialdemócrata: el PSDB. En esta entrevista ofrecida durante una visita a la Universidad de Cornell (Nueva York), el ex presidente habla de los éxitos de Brasil y reclama un lugar en la historia. Por momentos, el gran profesor, brillante y acucioso, domina al político y hasta cierto punto lo ciega.

Pareciera que Brasil finalmente está disfrutando al menos una parte de la grandeza a la que siempre ha aspirado. Hoy se habla de su gran despegue económico, se discute si es ese país es el líder de América Latina y si está convirtiéndose en un poder global. ¿Es injusto para usted que Lula esté llevándose la mayor parte de los créditos? En una reciente entrevista el presidente afirmó que usted no puede soportar que alguien sin títulos académicos como usted y que no habla inglés haya llevado a Brasil al lugar en el que hoy se encuentra… ¿Cuántos méritos son de Lula y cuántos suyos?

Yo diría que cada uno merece la mitad de los créditos. Las políticas innovadoras fueron creadas durante mi gobierno, pero Lula las continuó y amplió. El programa de estabilización económica comenzó incluso antes de mi mandato, cuando yo era ministro de Hacienda. En materia económica, la apertura comenzó durante el breve periodo de Fernando Collor y la estabilidad se alcanzó durante mi administración. Bolsa Familia [el programa de distribución de renta, similar a Oportunidades] fue ideado durante mi gobierno bajo el nombre de Bolsa Escola. Lula fusionó los programas que yo creé y los amplió. Durante mi gobierno llegaron a 5, 5 millones de beneficiados y hoy son 11 millones.

Cuando piensa en la próxima década ¿dónde ve a Brasil y a América Latina?

A mi modo de ver, las dos naciones más promisorias en la región son Chile y Brasil porque son los que tienen el mayor grado de institucionalidad y la mayor consolidación democrática. Brasil tiene una gran oportunidad porque ha logrado conquistar una base sólida: tenemos un sector privado emprendedor, un sistema financiero fuerte capaz de promover el ahorro y la inversión nacionales a partir de bancos públicos; tenemos tecnología y buenas universidades. Algo importante es que nuestras empresas públicas han sido flexibles a la participación del sector privado y viceversa. El mejor ejemplo es Petrobras. A diferencia de México, nuestra empresa de hidrocarburos no ha tenido los mismos constreñimientos que Pemex. Creo que esta es una de las claves del progreso brasileño.

También cuentan la estabilidad en las reglas vinculadas al capital externo y la existencia de instituciones regulatorias en manos de cuadros técnicos. No me cabe duda que la fortaleza de nuestras instituciones nos ha dado solidez económica. Por todo ello, cuando me preguntan si Brasil tiene posibilidades de convertirse en la quinta economía mundial suelo afirmar que sí. Ahora, cuando me cuestionan si podemos ser una sociedad más decente expreso mis dudas. Tanto en el aspecto educativo, como en lo que se refiere a la criminalidad o a la vigencia del Estado de derecho tengo mis dudas.

Si uno realiza un análisis objetivo entre sus dos administraciones y las dos de Lula pareciera haber una gran coincidencia entre las políticas impulsadas por el PSDB y el PT, sus respectivos partidos, en el nivel nacional. Uno no puede dejar de preguntarse por qué no ha sido posible crear sino un gran partido socialdemócrata a partir de ambos, cuando menos una alianza. Pienso que si esto hubiera ocurrido, tanto su gobierno como el de Lula habrían conseguido impulsar agendas más progresistas, pues no tendrían que haber hecho alianzas con partidos más  conservadores. ¿Por qué ha sido históricamente imposible acercar a estas dos fuerzas?

Ha sido fundamentalmente una cuestión de poder: quién ejerce el control. Las diferencias ideológicas son sólo una justificación. Cuando Lula ganó la elección en 2002 yo esperaba una postura más flexible frente a nosotros. Sin embargo, tanto el como su partido decidieron que nosotros éramos el enemigo en materia electoral. Con eso se perdió una oportunidad. Claro, hoy hay complicaciones adicionales. Actualmente ciertos sectores del PT representan una opción de capitalismo estatal, mientras sectores del PSDB están más a favor de un capitalismo liberal. Unos creen en un capitalismo donde el sector privado tenga más poder y otros en un capitalismo donde el sector público tenga preponderancia. Con esto, algunas diferencias ideológicas se están haciendo presentes. Quien instrumentó una política económica más cercana a la mía dentro del PT fue el sector encabezado por Lula. Sucede que otros sectores de ese partido están adquiriendo hoy mayor influencia. Lula es más que el PT y nunca tuvo ideas propias. Lo que ha hecho es practicar una política de trapecio…

¿Tiene usted respeto intelectual por Lula? No. Lo respeto a nivel personal, pero Lula carece de ideas. Sabe adaptarse rápido a distintas situaciones. Es un buen hombre, pero puede decirme una cosa a mí, otra a ti y otra a alguien más. La ideología y las posiciones de Lula varían de acuerdo a las circunstancias.

Usted también ha modificado sus posiciones y su ideología a lo largo de la historia…

¡Pero nunca tanto como Lula! Veamos, en 2005 usted escribió un artículo en el diario argentino El Clarín en el que literalmente criticaba a Lula por haber “traicionado a su clase” por la forma en que se apartó de sus posiciones originales. Viniendo de una persona como usted, que también modificó radicalmente sus posiciones políticas cuando fue presidente, ¿no es esta una acusación muy fuerte? También podría decirse que usted traicionó a una generación de intelectuales o quizás a usted mismo como intelectual…

Mis incoherencias no son tan grandes como las de Lula. Si se leen con cuidado las cosas que yo escribí antes no son tan distintas de las que digo ahora. En el caso de Lula son totalmente diferentes… ¡Para bien de Brasil! Ahora, en defensa de Lula debo decir que el nunca se identificó como un izquierdista y nunca lo fue. En ese sentido nunca traicionó una ideología específica y, hasta cierto punto, tampoco traicionó a su clase porque siempre ha buscado mejorar la situación de los trabajadores… No sé exactamente qué fue lo que escribí en ese artículo ni cómo fue traducido al español. Mi principal crítica a Lula ha sido su tolerancia a la corrupción. Nunca acepté la forma en que manejó esas cuestiones.

Pero en semanas recientes usted también ha venido criticando al presidente y a su partido de practicar un “autoritarismo popular”, algo que también tiene que ver con la relación entre Lula y los movimientos sociales. La crítica suena muy conservadora viniendo de un hombre con su trayectoria…

Y lo es. Quizás no fue la etiqueta adecuada, pero muestra lo que tenía en la mente. Pensemos en cómo Lula seleccionó a su sucesor en la presidencia. ¿A quien consultó? A nadie. Fue un dedazo como los del PRI en México. Lula y el PT controlan a los movimientos sociales porque el gobierno los financia a todos y los manipula.

Usted también financió varios movimientos sociales durante su gobierno… Los financié, pero nunca los controlé. Además, fue el Estado quien los financió, no fui yo. Pero pasemos a preguntas menos domésticas, por favor. ¡Parece que los mexicanos ahora se han convertido en brasileños! (Risas)

¿Cómo se reconcilian sus viejas ideas sobre la teoría de la dependencia con lo que fue su práctica como presidente de Brasil y con el sitio que ese país ocupa hoy en el mundo global?

Valdría la pena que quienes me critican por haberme apartado de esas ideas leyeran mi libro. En ese texto yo argumentaba, por un lado, contra las ideas de una izquierda comunista que planteaba que era imposible desarrollarse dentro del sistema capitalista sin llevar a cabo una revolución y, por el otro, contra de el pensamiento que entonces dominaba la CEPAL –donde yo trabajaba— que concebía el desarrollo como una cuestión vinculada únicamente a lo económico, sin asociarse también a factores políticos y sociales, como planteaba la tesis central de mi libro. Hoy sigo pensando lo mismo. La gente me pregunta esto una y otra vez porque no han leído lo que escribí. Me culpan por algo que supuestamente dije cuando no es así.

¿Todavía percibe usted una relación de dependencia estructural de las economías en desarrollo frente a las economías desarrolladas?

Hoy vivimos grandes transformaciones. El sistema internacional no es estable. Países que antes estaban en la periferia como China o Brasil se están moviendo hacia el centro. Todavía hay desbalances, desde luego. Suficiente con ver a naciones como Bolivia o Paraguay que permanecen en el mismo sitio. Pero si uno lo analiza, los centros de poder económico siempre se han desplazado a lo largo de la historia: de las ciudades italianas, a España y Portugal, pasando por el Reino Unido y hasta los Estados Unidos. El centro siempre se mueve. La gran pregunta sigue si es posible tener un capitalismo más igualitario. Yo dudo que sea posible.

En más de una ocasión, usted ha negado haber encabezado un gobierno “neoliberal”. El argumento que le he leído, a grandes rasgos, es “no soy neoliberal porque no privaticé PETROBRAS ni el Banco do Brasil”. Lo cierto es que bajo su administración se emprendió el mayor programa de ajuste estructural y de privatizaciones de la historia y se siguieron varios postulados del Consenso de Washington. Independientemente de si usted suscribe o no eso que se considera como neoliberalismo, la mayor parte de las políticas que su gobierno impulsó bien pueden recibir esa calificación. ¿No sería mejor aceptar que, debido a las circunstancias, usted se vio forzado a instrumentar una serie de políticas fondomonetaristas para así contribuir a un debate más fructífero y contribuir a su propia credibilidad intelectual?

He rechazado la etiqueta neoliberal, en primer lugar porque el prefijo “neo” no es adecuado. ¿Qué es nuevo o por qué? Rechazo ese apelativo que además, porque constituye una estigmatización política y porque es falso. Al menos en Brasil, ser neoliberal implica entregar todo a las fuerzas del mercado y no poner atención a la dimensión social. Mi gobierno fue exactamente lo opuesto a eso. Yo expandí las políticas sociales y privaticé solamente lo que necesitaba ser privatizado. Si yo fuera un neoliberal, Lula lo sería también. Tanto el como yo somos socialdemócratas… si es que eso tiene algún sentido en América Latina.

Cambiando un poco el tema, usted ha convocado a nueva estrategia para el combate a las drogas a nivel mundial. ¿Podría hablarnos de su posición frente al asunto?

Comencé esa discusión sobre el problema de las drogas con un grupo de ex presidentes de América Latina y ahora estamos tratando de crear una comisión global. Es un tema importante porque lo que está en juego es la propia credibilidad de nuestras democracias. Hemos propuesto una aproximación diferente al problema de la “guerra contra las drogas” porque estamos fracasando en ese frente. El consumo no ha disminuido y, a pesar de esfuerzos emprendidos en países como Colombia y México, los niveles de producción y distribución no han disminuido. Hace falta modificar el paradigma actual. En lugar de hablar de una guerra, necesitamos otro tipo de instrumentos, más pacíficos, que permitan disminuir el daño que éstas causan. Poner a los consumidores en prisión no es la solución. En Estados Unidos, por ejemplo, hay cerca de 500 mil presos –la mayor parte negros y pobres—cumpliendo condenas por consumo de estupefacientes. En Colombia y México muere gente todos los días con resultados mediocres. La demanda de drogas es tan alta que aunque los gobiernos acaben con un cártel otro llega pronto en su reemplazo. En uno de mis viajes por, una de las máximas autoridades involucradas en el combate a las drogas en Colombia me lo expresó claramente: “estamos matando traficantes, pero no estamos logrando disminuir la producción de drogas”.

No hay una receta para disminuir el consumo de drogas y el daño que éstas causan. Sin embargo, tenemos que comenzar por acabar con el tabú que existe en torno a ellas. Las drogas son perjudiciales, pero mucho depende de cómo se utilizan.
Por ejemplo, la mariguana consumida en grandes cantidades puede ser más perjudicial que el uso ocasional de cocaína en cantidades moderadas. El ejemplo más positivo que he visto está en Portugal, donde en 2001 decidieron despenalizar el consumo de drogas. Hoy nadie en ese país va a prisión por utilizar drogas. A fin de cuentas, eso sería promover que continúen utilizándolas más dentro de las cárceles. A la par de la despenalización, Portugal ha instrumentado un conjunto de políticas orientadas a reducir el consumo de narcóticos con resultados positivos. Quiero aclarar que se trata de despenalizar y no de legalizar. Si hiciéramos esto último enviaríamos una señal equivocada señal porque las drogas son perjudiciales para la salud.

*El autor es investigador visitante en la Universidad de Cornell

Brasil reducirá la pobreza a la mitad en cuatro años.

Juan Arias. Río de Janeiro
El País. 14/06/2010

Un estudio predice que para 2014 solo un 8% de la población del país formará parte de la clase más baja

Brasil tendrá la mitad de pobres dentro de cuatro años: de los actuales 30 millones de ciudadanos que no pueden satisfacer sus necesidades básicas, en 2014 sólo quedarán 15 millones, según un estudio dirigido por el economista Marcelo Neri, jefe del Centro de Estudios Sociales de la prestigiosa Fundación Getulio Vargas (FGV) de Río de Janeiro.

El número de personas que vive por debajo de la línea de la pobreza está disminuyendo a un ritmo acelerado en Brasil: cae un 10% al año. De acuerdo con estos datos, en 2014 sólo un 8% de los brasileños podrá considerarse pobre, según el estudio de la FGV, cuyas conclusiones fueron publicadas ayer por el diario Folha de São Paulo.

Hace solo ocho años, en este país de 190 millones de habitantes había 50 millones de pobres, uno por cada cuatro habitantes. En ese lapso de tiempo, más de 20 millones de personas han superado la barrera de la pobreza para pasar a formar parte de la clase media baja y, por lo tanto, tener la posibilidad de acceder a los bienes básicos de consumo.

Todo ello ha sido posible, según los economistas, por la conjunción de varios factores. En primer lugar, la creación de 12 millones de empleos fijos en los últimos ocho años, así como el aumento del 53% del sueldo base de los trabajadores, que en algunos sectores, como en la construcción, llegan a cobrar un salario de hasta tres sueldos base.

Además, el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha desarrollado desde 2003, cuando llegó a la presidencia, una política de ayudas sociales a las familias pobres que les ha permitido consumir más. El aumento del consumo interno, impulsado por los millones de personas que salieron de la pobreza en los últimos años, fue uno de los factores que ayudaron a mitigar los efectos de la crisis financiera mundial, que afectó a Brasil menos que a otros países.

La semana pasada se conoció que el producto interior bruto (PIB) del país creció un 9% en el primer trimestre de este año en comparación con el mismo periodo del año pasado, lo que supuso el mayor crecimiento en estos meses de los últimos 16 años, informa Efe. Sin embargo, el Gobierno espera una desaceleración en los próximos meses por la incapacidad de seguir creciendo a un «ritmo chino», según afirmó el ministro de Hacienda, Guido Mantega, que espera que el país termine el año con un crecimiento de entre el 6% y el 6,5%.

Los expertos coinciden en que tanto el PIB como la creación de empleo están llamados a crecer. Uno de los puntos fuertes de la economía brasileña es que, al contrario de lo que sucede en otros países, no solo no hay peligro de que se forme una burbuja inmobiliaria, sino que existe un déficit de más de ocho millones de viviendas. Existen proyectos para construir millones de viviendas en un futuro inmediato, impulsados tanto por el Gobierno como por la iniciativa privada, por lo que se prevé un aumento de la masa laboral muy importante en dicho sector. La celebración en Brasil de los Mundiales en 2014 y de los Juegos Olímpicos en 2016 es otra importante fuente de creación de empleo.

Hacia la grandeza.
Financial Times.

Carta del editor de la revista El nuevo Brasil, incluida como separata en la edición de hoy del periódico. ¿Qué es el nuevo Brasil? En parte es una historia sobre economía: 10 millones de personas más ingresaron a la clase media entre 2004 y 2008; la economía podría crecer hasta ocho por ciento este año; y las reservas extranjeras estaban en 235 mil millones de dólares en febrero.

Además, en un coup de théâtre particularmente dramático, que demostró qué tan lejos está el país de los días del incumplimiento de la deuda de 2001, recientemente, Brasil le prestó 14 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional.

El nuevo Brasil
Financial Times

Índice: Brasil llega a la mayoría de edad. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva sobre los logros de Brasil. La economía todavía carece de dinamismo, escribe Martin Wolf. Los candidatos presidenciales que llevan la ventaja. Brasil disfruta de una deuda pequeña y un buen crecimiento. Cómo se convirtió el estado de Bahía en un dinamo agrícola global. Ensayo fotográfico: Un espíritu de optimismo ha regresado. Cinco hombres pueden reclamar cada uno su parte en el surgimiento de Brasil. Descubrimientos de petróleo y gas han reforzado la influencia económica de Brasil. El país está decidido a detener la muerte de su selva húmeda. Infraestructura, un símbolo adecuado de una nueva era. La industria automotriz establece nuevos récords.