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El debate público

De la buena y la mala economía: la Cepal y nosotros

Rolando Cordera Campos

El Financiero

09/07/2020

“Rechaza López Obrador las proyecciones de la Cepal sobre el cierre de empresas en el país”. Así cabeceó La Jornada su nota de la página 11 del pasado 4 de julio, que debemos a Alma E. Muñoz y Fabiola Martínez. “En conferencia de prensa, reportan, el Presidente “consideró que este organismo mostró pesimismo y “aunque eran progresistas no dejan de tener algo de influencia del Fondo Monetario Internacional”. Comentario que, como suele pasar con los dichos mañaneros, motivó la andanada.

La estimación de la Cepal sobre el desempeño de las empresas en México, considerando que podrían verse obligadas a cerrar alrededor de medio millón debido a la pandemia y la caída económica puede ser un cálculo aproximado, pero como orden de magnitud no es nada desdeñable. Por ello es que debería ser visto como una señal de que las cosas pueden pasar a peor y de que es urgente actuar en este flanco micro, pero superpoblado, de la actividad económica, productiva y de servicios, generadora de empleo, ingresos y mínimos vitales.

El que fueran 300 en lugar de 500, no hace a la Cepal menos pesimista, más realista u objetiva. Pero, lo que sí sería una tragedia es que la benemérita agencia de las Naciones Unidas decidiera poner en pausa sus muchos proyectos de investigación y seguimiento de esta terrible coyuntura. Más grave aún sería que sus investigadores económicos, sociales, ambientales, pospusieran sus miradas hacia adelante, siempre nutridas en lo que sus incursiones en el ominoso presente les proveen.

Santo y bueno y cada uno, con sus datos, dirá algún realista, sus proyecciones e interpretaciones, salvo que este florecimiento de visiones y hermenéuticas de lugar a alguna fantasía china como la que cultivó el Gran Timonel, al desatar y alentar la tremenda ola juvenil de su revolución cultural que llevara a su país al borde del caos. No es para tanto, se me dirá, pero no es ésta la primera vez que el presidente arremete contra cálculos y proyecciones económicas y sociales, hechos en organismos internacionales, en la academia mexicana, las empresas instaladas en México dedicadas al análisis y la proyección económicas y el propio Banco de México. Para no mencionar a su secretario de Hacienda quien debe tener su alforja de reflexiones llena y urgida de ser descargada.

La Cepal puede y debe seguir su enorme y larga tarea de producción de conocimiento sobre América Latina y el resto del mundo. Junto con otras agencias de la ONU como la UNCTAD, la Cepal ha honrado la memoria de sus fundadores, el gran Raúl Prebisch, Celso Furtado, Juan Noyola, Aníbal Pinto, Osvaldo Súnkel, entre otros. Así como reconocido a sus muchos herederos mexicanos como Víctor L. Urquidi, David Ibarra y, por fortuna, muchos más. Su tarea ha abierto brecha en el conocimiento del mundo que arrancara en la segunda posguerra, sirvió de acicate e iluminación para proyectos de cambio estructural sostenidos en la industrialización dirigida por el Estado y dio a la planeación del desarrollo y el papel del Estado un lugar estelar en la configuración y despliegue de la idea del desarrollo que tanto cultivaran y enriquecieran los fundadores de la Orden del Desarrollo, como la llamara Furtado, y quienes los siguieron en pos de esa “fantasía organizada” que para nuestra fortuna sigue viva.

Las reflexiones contenidas en “Transformación productiva con equidad” son discurso robusto y crítico en torno a la globalización, el neoliberalismo y la vigencia de esa idea desarrollista, criticada y fortalecida por la inteligencia creativa de Fernando Fajnzylber y la seriedad de Gert Rosenthal. Con “Equidad, desarrollo y ciudadanía”, los cepalinos encabezados por José Antonio Ocampo se inscriben en el debate político global a que obligan los cambios bruscos del mundo que se aleja de la bipolaridad y ahora, frente a la Gran Recesión hace diez años y el pandemónium actual, Alicia Bárcena encabeza a la Comisión para proclamar la hora de la igualdad.

Para muchas generaciones de economistas y otros estudiosos de la sociedad de este “extremo Occidente”, la Cepal y su obra ha sido fuente obligada de información y aprendizaje, de renovación del conocimiento y siempre alimento digno para el debate y la crítica de la economía política y sus derivadas conceptuales o doctrinarias.

Fiel a sus orígenes, la Cepal ha sido eje para la investigación y elaboración de políticas de desarrollo para Latinoamérica, lugar de cruce de ideas que no encuentran recepción ni oídos generosos en algunos ámbitos. Institución que hay que conservar y enriquecer con la reflexión crítica y robusta, porque sabemos que ahí, en sus salas y cubículos de Santiago, Buenos Aires, Rio de Janeiro o México, se gesta y renueva una sapiencia indispensable para hacer buena política y tener mejor entendimiento de nosotros y del mundo herido que nos rodea.

Posdata

No me parece mal, por cierto, que la Cepal oiga y se haga oír por otros organismos internacionales, sean el FMI, el Banco Mundial, la UNCTAD o el mismo Vaticano.

Vale