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El debate público

Felicidad tras la unificación salarial

Ricardo Becerra

La Crónica

29/03/2015

Un verdadero estalinista ama a la humanidad. Aún así y con gran pesar, ordena represiones horribles a la gente y a los trabajadores concretos en cuyo nombre gobierna. Su corazón se encoge, pero no puede evitarlo porque es su deber, su responsabilidad con el progreso humano.
Así las autoridades laborales mexicanas. No tienen otro objetivo que el bienestar de los trabajadores. Son su indiscutida prioridad. No obstante, con gran pesar, no pueden hacer otra cosa que recetar micro-aumentos salariales, empobrecedores y detrás de la inflación porque ellos son serios, responsables con la economía y la superior estabilidad de la nación.
Oigamos a los “sectores representados” en un desplegado publicado a plana completa la semana pasada: “Los sectores obrero y patronal y el Gobierno de la República, nos comprometimos a construir políticas públicas que promuevan de manera permanente la formalidad, la productividad de empresas, trabajadores y su competitividad, así como mantener e incrementar las inversiones, impulsar la generación de más y mejores empleos, que eleven la calidad de vida de sus trabajadores y sus familias y trabajar responsablemente para mejorar el nivel salarial”.
Para alcanzar tan nobles propósitos han tomado una decisión audaz: unificar en una sola, a las dos viejas zonas geográficas y alcanzar así ¡un solo salario mínimo nacional!
Y lo celebran: “Coincidimos en sumar voluntades para avanzar en la gradual reducción de las diferencias entre las áreas geográficas, hasta alcanzar uno solo para todo el país, y con ello recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores”.
¿Qué efecto tiene dicha unificación? Pues que en 21 estados de la República pagarán 68.28 pesos en abril, un peso con 80 centavos más que hoy.
Por sobre todas las cosas —estalinistas verdaderos— nuestras autoridades laborales nos anticipan: la unificación ocurrirá “siempre y cuando las condiciones económicas lo permitan, sin que ello impacte negativamente a la economía, las empresas, ni genere una presión inflacionaria”.
Así que, en realidad, nos quedamos a medio camino de la unificación porque todavía faltan otros 1.8 pesos de aumento para igualar el salario mínimo con la zona “A”. Lo afirma el desplegado: “… y si las condiciones económicas lo permiten, poder cerrar la brecha entre áreas en este mismo año, sin que ello afecte la inflación y el empleo productivo del país, tendremos por primera vez un solo salario mínimo para todo el país”.
Lo importante es su responsabilidad a toda prueba. Dice Tomás Natividad, representante empresarial: “Ahorita la inflación está controlada, sin embargo, el precio del petróleo está cayendo, el dólar es inestable, el anuncio de la reducción del gasto público en 2016. No sabemos qué pase con la economía…”, es decir, ni siquiera están seguros de completar el aumento (es un decir), el restante 1.8 pesos en octubre.
No sólo eso: el estudio alternativo al presentado desde agosto por el GDF, documento oficial donde se propondría otra política de recuperación del salario mínimo (comprometido para después de esta semana santa), no estará listo sino hasta el 23 de octubre, seis meses después.
Mientras tanto, dicen nuestras mismas autoridades, 709 mil 272 trabajadores que perciben un salario mínimo recibirán 1.8 pesos más la próxima quincena.
Lástima que todavía les sigan faltando 13 pesos para comprar la canasta de alimentos, para comer tres veces al día. Lástima que aún y con la feliz unificación, todos esos trabajadores (y los de la zona “A”) seguirán siendo pobres extremos… en el nombre —claro— de la responsabilidad y de la superior estabilidad de la nación.