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El reventador

Raúl Trejo Delarbre
emeequi

Si López Obrador hubiera sido presidente, es altamente posible que el gobierno hubiera aceptado la participación de inversionistas privados en tareas de expansión y modernización de Pemex. Así lo anticipaba su “Proyecto Alternativo de Nación”. Pero como la iniciativa legal para que esa inversión fuera posible la presentó por Felipe Calderón, entonces se le tildó de antipatriótica, neoliberal y embaucadora.

No es esa la única, ni la más importante, de las inconsecuencias del cada vez menos denominado “presidente legítimo”. Pero permite ilustrar las torceduras de la discusión que se libró durante varios meses en torno a la reforma petrolera.

Las propuestas del gobierno fueron ideologizadas. Más que opciones técnicas y financieras, se discutieron escenarios maniqueos. Ante la indolencia argumental del gobierno que pretendió defender sus posturas a golpes de spots pero sin explicaciones ni datos claros, terminó por predominar el activismo retórico y callejero de sus antagonistas. Tanto así, que ahora el presidente Calderón festeja la reforma que aprobaron los partidos y que es notablemente más limitada y modesta en comparación con la que él propuso en abril pasado.

La reforma tiene avances que no son desdeñables. Pemex podrá desarrollarse sin que el país signifique un lastre para esa empresa y tendrá nuevos espacios de supervisión y gestión. Pero no se ha precisado de qué manera compensarán las finanzas públicas el boquete que abre la ausencia del respaldo hasta ahora otorgado por la renta petrolera.

Tampoco es claro si los recursos que deje de entregarle al Estado serán suficientes para que Pemex –sobre todo ahora que se desplomó el precio del crudo– emprenda las tareas de exploración y expansión a las que se pretendía apuntalar con inversión privada. Varios de quienes, dentro y fuera del gobierno, sostuvieron durante varios meses que únicamente la asociación con empresas privadas le permitiría a Pemex buscar y extraer crudo en aguas lejanas y profundas, ahora se dicen satisfechos con la reforma. Exageraron antes, o mienten ahora.

Para mentiras, sin embargo, las de López Obrador. Nunca quiso promover reformas de ley. Por varios meses, apostó a un discurso remolón y equívoco. Su único afán era bloquear las propuestas del gobierno y hacer de este largo y complejo episodio un nuevo fracaso para Felipe Calderón. Por eso, como relata el espléndido reportaje publicado la semana pasada en emeequis,  cuando le explicaron los avances que el PRD y la propuesta diseñada por varios especialistas habían logrado en la negociación con otros partidos, el ex candidato presidencial insistió: “¿Y no hay manera de reventar la reforma?”.

Esa, la de reventador, es la vocación en la que ha resuelto encasillarse López Obrador. A los dirigentes de la corriente renovadora dentro del PRD, que promovieron cambios importantes en la reforma petrolera, les costó varios desencuentros y desaires constatar que con ese personaje es imposible hacer política. Aun está por verse, sin embargo, si se hacen cargo de ese aprendizaje o terminan disimulándolo como han hecho en otras ocasiones.

También aprendieron algo de la reticencia de López Obrador y los suyos para respetar acuerdos los diputados que aceptaron recibirlo el martes 28 de octubre, horas antes de aprobar la reforma petrolera. Quizá llegaron a suponer que la comparecencia en San Lázaro del personaje que dos años antes mandó al demonio a las instituciones, tendría un pedagógico simbolismo. Sin embargo la cara dura de López Obrador está a prueba de cualquier ejercicio de memoria y congruencia. Llegó a endosarles a los legisladores un rosario de exigencias y amenazas. Más tarde, los diputados que le siguen siendo incondicionales ocuparon la tribuna para entorpecer los trabajos de la Cámara.

Hay quienes consideran que, gracias a la intensa exposición pública y a la docilidad con que los medios de comunicación se mimetizaron a su agenda en los días recientes, quien más réditos políticos cosechó en este proceso fue López Obrador. Pero si recordamos que al “presidente legítimo” no le interesaba promover modificaciones legales sino impedir cualquier reforma, quizá se pueda advertir que, en realidad, López Obrador es el gran perdedor de este episodio. Por lo menos, y a pesar de la vocinglería de sus seguidores más exaltados, parece claro que se está quedando cada vez más solo.