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El debate público

La epidemia digital

Raúl Trejo Delarbre

La Crónica

11/05/2020

La epidemia se expande en nuestro país con más velocidad y letalidad. Así se había previsto, pero nuestro gobierno no quiere y ahora no puede proporcionar información completa, oportuna y seria acerca de la cantidad de infectados y de fallecimientos por covid. Las deficiencias metodológicas, harto señaladas por especialistas en epidemiología y demoscopia pero sistemáticamente eludidas por el subsecretario estrella y su coro de aplaudidores, nos han conducido a esta situación deplorable. No hay datos suficientes para aquilatar la extensión de la pandemia y,  así, tomar decisiones sobre el retorno a ese horizonte difuso al que seguimos llamando normalidad.

Cuando tres diarios internacionales señalan lagunas en las estadísticas sobre víctimas del virus, el subsecretario Hugo López Gatell no encuentra mejor explicación que sugerir una conspiración mediática. No aclaró la deficiencia en esa información, pero siguió minando su credibilidad que, hoy como nunca, sería un atributo indispensable en el encargado de orientarnos en este trance.

La intolerancia del gobierno al periodismo y las opiniones críticas incluyó una andanada contra las redes sociodigitales. Los comentarios que le disgustan, el presidente Andrés Manuel López Obrador los atribuye a “bots” como si no fuera evidente que en tales redes se expresan las posiciones más variadas y, entre ellas, juicios críticos a su gobierno.

En tales redes abundan denuncias, pero también descalificaciones. El presidente habló de infodemia, esa epidemia de noticias distorsionadas que a veces de manera intencional y por lo general como resultado de la confusión en esta circunstancia, abruma y desorienta a las personas. Los lectores de esta columna ya conocieron una descripción de la infodemia y sus secuelas el pasado 2 de marzo.

López Obrador llevó ese tema a su conferencia del miércoles 6 de mayo en un intento para respaldar su peregrina tesis de la conspiración informativa. Allí el presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, Jenaro Villamil, culpó a las empresas que manejan redes sociodigitales de hacer negocio con la propagación de noticias falsas.

La presentación de Villamil fue, paradójicamente, una expresión de la infodemia que dice cuestionar. Aseguró que en los meses recientes las enormes ganancias que reciben Google, Facebook y Twitter han aumentado debido a la proliferación de noticias falsas. No hay relación comprobable entre mentiras en línea y rendimientos financieros de tales corporaciones. Villamil simplemente se ajustó a la peor tradición del análisis apocalíptico de los medios y consideró que, como son poderosas y ganan mucho dinero, esas empresas son capaces de las peores mentiras. Se trata de la misma óptica con la que López Obrador asegura que los empresarios, por el solo hecho de serlo, son culpables de la crisis mexicana.

El negocio de las corporaciones que manejan redes sociodigitales es la publicidad, que puede ser dirigida de acuerdo con las preferencias manifestamos en línea. La colocación de versiones falsas y la simulación de usuarios son tareas que desempeñan empresas de relaciones públicas o grupos políticos interesados en confundir a los usuarios de tales redes. Entre otras falsedades, Villamil dijo que el Instituto Nacional Electoral debe auditar las cuentas de los partidos políticos para saber cuánto gastan en tales redes. Eso lo hace el INE desde hace varios años.

En las redes sociodigitales circulan versiones y apreciaciones de toda índole. Las descalificaciones y el odio son parte de esos contenidos, sobre todo en circunstancias de polarización y confusión. En México hay promotores de imposturas e injurias tanto entre opositores como, muy especialmente, entre defensores de López Obrador.

Los “bots”, a los que el presidente culpa de la propalación de versiones falsas, son cuentas fabricadas de manera automatizada. No hay que confundirlos con los usuarios simulados que son cuentas manejadas por personas que, por negocio o interés político, crean varias docenas de usuarios a los que hacen decir lo mismo, o casi lo mismo. Una campaña política, publicitaria o de cualquier tipo, incluso para crear miedo o confusión, se puede alimentar en las versiones que propalan bots y, por otra parte, usuarios simulados.

Por otra parte hay redes encabezadas por líderes que cuentan con centenares de seguidores dispuestos a repetir las frases que les digan, o a vituperar y perseguir en línea a quienes les indiquen. Existe, por ejemplo, una #RedAMLOVE que de manera concertada promueve los hashtags que indican sus dirigentes. Uno de los coordinadores de esa red es un personaje que en Twitter se apoda @Fafhoo. En marzo del año pasado esta columna describió con detalle cómo funciona la #RedAMLOVE.

Tenemos, así, tres tipos de recursos para abultar artificialmente la circulación de mensajes en redes como Twitter: bots que son cuentas creadas con un programa de cómputo, usuarios simulados y redes de fanáticos integradas por personas reales. Por lo general esos tres tipos de cuentas tienen escasos seguidores y colocan pocos contenidos originales. Bots y usuarios simulados usan nombres ficticios y emplean imágenes de otras personas como fotos de perfil.

Los usuarios falsos y las redes de fanáticos sirven para crear la sensación de que un mensaje alcanza una propagación que de otra manera no tendría. Construyen impresiones, sensaciones. Pero no alteran la realidad. Tienen dos propósitos: por una parte tratan de crear tendencias. Por otra, buscan intimidar.

Una de las características en Twitter es el establecimiento de tendencias, definidas por los mensajes, personajes o asuntos más populares a cada momento. El afán por ser parte de una tendencia conduce a los peores desfiguros y falsedades. La empresa Twitter es culpable aunque sea en parte de esas distorsiones porque no muestra de manera transparente cómo define los temas o mensajes que consagra como tendencias.

Las andanadas de tuits propalados por bots y cuentas manejadas centralmente son, además, un recurso para acosar a quienes difunden hechos o dichos que incomodan a otros. Un periodista que escribe un tuit adverso a las posiciones de los seguidores fanáticos de López Obrador puede recibir, durante varios días, millares de tuits injuriosos. Esos tuits por lo general no los mira nadie más, porque provienen de cuentas con poquísimos seguidores. Esos tuits no crean tendencias, ni representan nada más que la intolerancia de algunos fundamentalistas, o el resentimiento de quienes ordenan esa campaña. Amedrentar, disgustar, saturar, son los únicos propósitos de tales cuentas. Quienes las promueven intentan desfigurar el debate público. No son los únicos, pero entre ellos hay muchos seguidores del presidente López Obrador.

La cuenta en Twitter del presidente, y en general las cuentas de los personajes con más notoriedad en esa red, están plagadas de seguidores automatizados y falsos. Es difícil precisar cuáles y cuántos son. Pero a partir de muestras de seguidores el servicio Twitter Audit mide números y fechas de tuits, proporción entre esos seguidores y las cuentas seguidas, nombres e imágenes, para evaluar cuántos usuarios falsos tiene una cuenta.

Esta columna hizo estimaciones de seguidores falsos de varias cuentas a partir de Twitter Audit. De acuerdo con esa auditoría la cuenta del presidente López Obrador (@lopezobrador_) que reúne a más de 7 millones de seguidores, tiene 27% de seguidores falsos. Entre ellos se encuentran bots, así como cuentas simuladas. Alrededor de 5 millones 170 mil son usuarios reales y un millón 830 mil son falsos.

Todas las cuentas de personajes con mucha presencia en Twitter tienen seguidores simulados. Los creadores de cuentas falsas se adhieren a ellas con más frecuencia que a cuentas menos populares. Aún así, 27% de seguidores falsos es alto en comparación con las cuentas de otros personajes públicos.

La cuenta en Twitter del presidente Donald Trump (@realDonaldTrump) tiene 79.6 millones de seguidores. De ellos más de 16 millones, 21%, son falsos.

En la cuenta del ex presidente Felipe Calderón, que tiene 5.7 millones de seguidores, hay 19% de seguidores falsos, es decir, algo más de un millón.

La jefa de Gobierno de la ciudad de México, Claudia Sheinbaum, tiene un millón 91 mil seguidores en la cuenta @Claudiashein. De ellos 10.6%, alrededor de 116 mil, son simulados o falsos.

La cuenta en Twitter del subsecretario de Salud Hugo López Gatell hace dos meses tenía 53 mil seguidores y ahora está a punto de llegar al millón. Sin embargo más de 100 mil de ellos, 11%, son bots y usuarios falsos.

El Dr. José Narro Robles tiene 51 mil 500 seguidores de los cuales, según el método antes explicado, 6%, 2 mil 600, son falsos.

Entre los periodistas mexicanos con más popularidad en Twitter se encuentra Carlos Loret de Mola que en su cuenta @CarlosLoret tiene casi 8.4 millones de seguidores. 1.4 millones, 17% son falsos o simulados.

Joaquín López Dóriga, @lopezdoriga, tiene más de 7.6 millones de seguidores. De acuerdo con los cálculos de Twitter Audit el 19% de ellos son falsos, es decir alrededor de 1.4 millones.

De los casi 900 mil seguidores de Ciro Gómez Leyva, @CiroGomezL, 12%, 105 mil, son bots o simulados.

El presidente del SPR tiene algo más de medio millón de seguidores en la cuenta @jenarovillamil. De ellos 13%, 64 mil, son falsos.

En la cuenta @JesusRCuevas el vocero del presidente López Obrador, Jesús Ramírez Cuevas, tiene 87 mil 500 seguidores. El 10% de ellos, casi 8 mil, son falsos.

El autor de esta columna, conocido en algunos barrios de Twitter como @ciberfan, tiene 41 mil seguidores. De ellos, 4% son falsos.

Muchos de los seguidores falsos así contabilizados se añaden sin que los titulares de esas cuentas lo sepan. En otros casos se trata de adherentes comprados. Esa simulación es parecida a la que siguen haciendo quienes llevan acarreados a los mitines políticos.

El presidente López Obrador se queja de la infodemia sin reconocer que su propio gobierno, con información incompleta y sobre todo con las acusaciones infundadas que hace a todos aquellos que discrepan con él, contribuye a la divulgación de falsedades. Él mismo y sus operadores en asuntos de comunicación, podrían contribuir a la transparencia en las redes sociodigitales depurando sus cuentas de bots y seguidores falsos. Pero no quieren.