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Luis Emilio Giménez Cacho 17 DE MAYO DE 2008

Han transcurrido 19 años desde que en abril de 1989 constituimos el Instituto de Estudios para la Transición Democrática.  Se ha vuelto ya un lugar común reconocer los cambios radicales que registra el país desde que, por poner un momento de referencia, la campaña electoral del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, sacudió hasta sus cimientos al sistema político. Lo que ya no es tan común es que una asociación civil literalmente sin fines de lucro permanezca activa ininterrumpidamente durante un período tan prolongado. En especial cuando prácticamente todos los referentes y las herramientas de la acción política, del debate ideológico y del análisis de la realidad social, que son la materia prima de la actividad de nuestro Instituto, se han modificado de manera tan profunda.  No es este el sitio, ni han sido propicias las circunstancias, para emprender un balance de lo hecho todos estos años. Pero sin duda el nada modesto periplo del IETD merece un recuento más pormenorizado. Ojalá pudiera hacerse pronto. Por alguna razón quenadie recuerda bien a bien, el acta constitutiva y los estatutos fijaron un plazo de 20 años para la existencia de nuestra asociación civil. Ese plazo se cumple en abril del próximo año. Varios compañeros piensan que la referencia estatutaria es un buen argumento para emprender un esfuerzo de  reflexión de más aliento sobre el sentido de nuestra asociación. Yo también lo creo así.

En esta asamblea quiero solamente rescatar algunas peculiaridades del Instituto que me parecen relevantes, porque pueden ser la clave de su persistencia y su prestigio. En primer término la pluralidad política. Decidimos fundar el Instituto precisamente porque las elecciones de 1988 presentaban  diferentes alternativas de ruta a la izquierda mexicana y a quienes hasta entonces habíamos participado en los esfuerzos de unificación partidista. El Instituto se definió como una asociación plural en la que el denominador común era el reconocimiento de que la transformación política del país habría de transcurrir por la vía de las reformas pactadas entre todas las fuerzas. No nos equivocamos. La idea de la transición democrática era, recordémoslo, un concepto vago entonces. Hoy es casi un tópico  del debate político. Nuestro Instituto, sin identificarse con ninguno de los partidos políticos, jugó un papel significativo en el debate nacional sobre las sucesivas reformas electorales. De su actividad  dan cuenta sus publicaciones, los debates que promovió y la presencia decisiva de varios de sus integrantes en los órganos de autoridad electoral. Los miembros del Instituto, cada cual desde su campo de actividad, y en varios casos desde la militancia partidista diversificada y abierta, tuvieron en él una referencia muy enriquecedora respecto de eventos cruciales de la transición política. No creo equivocarme al afirmar que la actividad del IETD en este campo ha sido por mucho tiempo también un referente indispensable para muchos más de los que formamos parte de él y ha ejercido una significativa influencia en la discusión nacional.

El segundo aspecto a destacar es la pasión por el debate ilustrado. Si algo ha caracterizado nuestras actividades ha sido la búsqueda de un contexto de discusión  riguroso y alejado de la frivolidad  y ligereza que tristemente se ha ido imponiendo en la vida pública mexicana. Si algo caracteriza nuestras persistentes sesiones de los sábados  (¿ Cuantas han sido? ¿Quizas doscientas?) es la intención de acercarnos a las fuentes y a los protagonistas de primera mano en los asuntos de la vida pública y plantearnos los temas de la discusión acompañados de los analistas más rigurosos e informados que han estado a nuestro alcance. Me parece que el fruto directamente tangible de esa pasión han sido en distintos momentos  la presencia destacada de muchos de los miembros del Instituto en el debate público y sus contribuciones intelectuales en la discusión de asuntos muy relevantes. Es su mérito personal, sin duda, pero en algo, quizás más de lo que pensamos, ha contribuido la existencia de este punto de encuentro y de exigencia intelectual que es el Instituto. También creo que esa pasión explica en buena parte que nunca hayan dejado de incorporarse nuevos miembros a nuestra actividad. La lista de socios ha sufrido bajas por muchas razones, entre otras la injusta e inevitable que nos priva hoy de la presencia de nuestros compañeros Rosalba Carrasco, Pablo Pascual y Manuel Martínez , sin embargo, las pérdidas han sido suplidas con nuevos compañeros, al extremo de que se habla ahora de la existencia de otra generación en el Instituto.

En tercer término quisiera resaltar que con el paso de los años ha sido forzoso que las afinidades, que han estado muchas veces por encima de las militancias o las tomas de posición personales,  den lugar a vínculos de estrecha y genuina amistad entre muchos de sus miembros. Esta afirmación que a muchos puede parecerles improcente en una asamblea  formal. A mi no me lo parece, porque soy un miembro fundador y durante 15 de estos 19 años me ha correspondido conservar la existencia formal, legal y hasta fiscal de nuestro Instituto. En una organización que se sostiene exclusivamente de las aportaciones de sus miembros les aseguro que sin la amistad y la colaboración generosa de muchos el minúsculo aparato institucional del IETD no podría existir. La confianza, que es la madre de la amistad, ha sido otra de las claves de la persistencia de nuestro Instituto.

Voy a afirmar finalmente que cuando se haga el inventario de las actividades del Instituto a lo largo de los años  podrá constatarse que todas y cada una de sus acciones s relevantes y  su respetable catálogo de publicaciones ,    han tenido protagonistas específicos que con su trabajo  y esfuerzo personal han hecho posible la producción de los textos , la organización de debates, la presencia pública del Instituto  y, desde luego, la convocatoria a los ponentes que participan en las discusiones de los sábados. Todos esos testimonios tangibles de la existencia y la actividad de esta asociación, son resultado de lo que parece ser ya un fenómeno exótico en el país, la acción política sin propósitos de lucro personal.

No se me escapa, ni creo que resulte demasiado sorprendente, que con los años las bases de la afinidad política que dio origen al IETD se hayan modificado.

La institucionalización de los partidos y su conversión en grandes aparatos que deben disputar en un escenario en el que los medios de comunicación masiva ponen ahora muchas de las reglas del juego para quienes quieren participar activamente en la vida política.

El deterioro de la calidad de la discusión política y la reducción del valor que se otorga a las ideas  en la lucha por definir el destino de los asuntos cruciales (algo que tenemos que seguir tratando de explicar y combatir), han ejercido también su efecto sobre esta agrupación que pone todos sus esfuerzos y apuesta al debate intelectual. Finalmente, la aparente dilución de los principios, valores y perspectivas que caracterizaban las tomas de posición de la izquierda han minado el marco  de interpretación que permitía al Instituto asumir posturas públicas colectivas en relación a los principales acontecimientos políticos y ser agente activo en la presentación de propuestas en torno a los grandes temas de la discusión nacional.

Permítanme hacer una acotación personal. Esas tendencias han determinado también que con el tiempo, los dos pilares del Instituto que en mi interpretación son  la decisión de actuar en y para la institucionalización de la democracia y el compromiso con la equidad y las luchas sociales, hayan cobrado pesos relativos distintos, en beneficio  de la primera. Ni malo ni bueno, tan solo es así.

Creo que todo esto, y otros factores que seguramente se me escapan,   contribuye al estrechamiento paulatino del atractivo del Instituto y de su capacidad de nutrir a sus miembros con un intercambio intelectualmente enriquecedor. También, sin duda ejerce su influencia en la capacidad de presencia pública del Instituto.

Por esas razones me parece que conviene ante la cercanía de los 20 años revisar la naturaleza de nuestra actividad, los propósitos de nuestra asociación voluntaria y los medios que convendría utilizar. En nuestra  tradición  doméstica, este informe debiera estar acompañado de un análisis de la situación  nacional, una interpretación de las tendencias principales y una propuesta de acciones políticas. Confieso que no me siento calificado para ello. Lamento también no haber sido capaz de convocar a otros miembros más competentes a emprender esa tarea.  Tampoco he querido dar a este informe el tono formal del recuento de actividades que son más o menos conocidas por quienes han sido asiduos a nuestras reuniones . Si la asamblea lo considerara necesario puede requerírmelo y  estoy dispuesto a hacer esa relación.

Sin embargo los plazos se cumplen. He expresado a la Junta de Gobierno mi deseo de ser relevado en la Presidencia . Estatutariamente esto debiera haber sucedido hace tiempo pero no fue así. Es el momento de regularizar la situación y, a mi juicio aprovechar para abrir un período de reflexión que se haga cargo de las nuevas condiciones que he tratado de esbozar antes. La Junta de Gobierno, como es lógico aceptó mi petición y, por ese motivo, tenemos en el orden del día un punto dedicado a la designación de una nueva Junta de Gobierno. En su momento se presentará la propuesta que debe aquilatar y discutir esta la asamblea. Quisiera solamente concluir con agradecer a todos los compañeros y amigos haberme concedido el privilegio de encabezar durante estos años la actividad del Instituto. Les aseguro que para mí ha sido un desafío que ha valido la pena y deja una huella definitiva en mi vida. Espero no haberlos defraudado.