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El debate público

Me desayuno indiciado

Aquella fatídica mañana mi garganta amaneció pedregosa y mi espíritu mohíno. Café por medio, a las 7:04 recibo una premonitora llamada de una ferviente lectora de periódicos, al alba.

En la primera plana de El Universal se anuncia: van por otros dos ex secretarios de Mancera y de paso, por mí, el primer Comisionado para la Reconstrucción de la Ciudad de México luego del sismo del 19 de septiembre del 2017. Desvío de recursos de un fideicomiso millonario, malos manejos, por los que soy investigado penalmente. “¿Cómo están los niños? Saludos a todos, que tengas un buen día” escucho un tanto aturdido por el auricular.

Regreso al café y otra llamada me hace ver que la filtración fue más amplia, pues la misma nota, con idéntica redacción aparece en la primera plana de Excélsior. Me convenzo a mí mismo que es parte de la prensa descuidada de todos los días y que para no amargarme, no debo prestarle demasiada importancia. Eso sí, debo aclarar conforme al sacrosanto derecho de réplica, ya se sabe: a infamia pública corresponde respuesta pública.

7:35 horas. En los siguientes minutos la vibración del teléfono y las campanitas de los mensajes y los e-mails perturbaron baño, desayuno, trabajo, actividades varias con espasmos que iban de la solidaridad de camaradas hasta la convocatoria a una guerra legal contra una acusación que yo ni siquiera conocía.

Apago el teléfono para trabajar y al encenderlo, encuentro la contabilidad ¡por centenas! de una comunidad nerviosa y preocupada, pero ahora también la invitación de varios profesionales del periodismo que me proponen aclaración y un espacio en sus programas.

Mi situación es hilarante: no sé qué rayos debo aclarar, las notas electrónicas son breves y no he podido conseguir aún las versiones impresas de los diarios que han hecho eco de una imputación que no conozco.

10:57. No es el mediodía y ya caen sobre mis espaldas, consumadas, cuatro irregularidades en nuestra vida pública. 1) Estoy acusado de algo a lo que nadie, ninguna autoridad me ha convocado a declarar. Ya no digamos a defender. 2) Me ha causado un severo daño al entregar unos papeles en los que mi nombre aparece revuelto, al lado de otros, que entiendo, sí están siendo investigados. 3) Algunos periodistas toman como buenos esos papeles y los elevan a la plaza pública sin verificación alguna, como mandarían los cánones de su propio oficio. 4) El daño esta hecho, decenas de amigos, familiares, los damnificados a los que atendí cuando tuve por encargo la Comisión para la Reconstrucción de la Ciudad de México, despachos varios ya me hacían parte de un lío judicial que me podía llevar a la cárcel y del que yo me había enterado tres horas antes. Mi reputación (buena, mala, regular, pero la mía) se tambalea.

Lo que ocurre en esos casos es que tu cabeza deja de funcionar para las cosas que te importan y hacen productivo y no puedes pensar en otra cosa que en los demonios convocados contra ti. Acto seguido, corresponde hacer memoria, desempolvar papeles, hurgar en viejos archivos para recordar la secuencia exacta de los hechos.

Según las notas, me han acusado “de desvío de recursos” sobre un fideicomiso destinado a obras de reconstrucción que fue integrado el 7 de junio de 2018. ¡Pero si yo renuncié a esa Comisión el 15 de febrero de 2018! Cronológicamente, la acusación no tiene pies ni cabeza.

Hago llamadas. A las 13:30 de ese miércoles el equipo de aquella Comisión, coordinado por un ojeroso Carlos Flores, acepta reunirse conmigo y recordamos juntos —paso a paso— aquel trabajo desplegado por toda la ciudad, del 26 de octubre de 2017, a mediados de febrero de 2018. Múltiples recuerdos, gracias a los cuales pude redactar una concisa carta a los medios de comunicación donde, creo, deshice tan estrambóticas acusaciones. Por fortuna, a partir de las 15:00  horas la respuesta en la opinión pública fue abrumadoramente buena (¡Cuanto les agradezco!).

Lo que siguió después fueron más y más aclaraciones en espacios periodísticos. No obstante, poco a poco, el interés fue gravitando, ya no tanto hacia mi supuesta inculpación sino a quién beneficiaba el borrego filtrado, fabricado, tan claramente absurdo. La Crónica y Reforma hicieron la pregunta pertinente y la respuesta fue: sirve a quien quiere manchar y contaminar esa investigación, a los que la quieren volver una vulgar cacería de brujas.

De las 17:00 horas del miércoles 23, a las 16:00 del jueves 24 todo fue defensa, explicar mi inocencia y enfatizar la ilógica acusación públicamente porque públicamente se me había acusado (señalamientos).

Hasta que llegó una conferencia de prensa del vocero de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, don Ulises Lara: resulta que todo era una mentira, entre otros, yo no soy investigado; aclaraciones.

¿Lo ven? En el transcurso de 36 horas a paso veloz y con la misma ligereza, fui inculpado y absuelto en un rocambolesco episodio, de modo que a las 17:00 horas del jueves podía dedicarme ya con cierta tranquilidad, a mi trabajo.

Pero la investigación sigue y espero que lo haga con rigor legal y procesal. Como primer responsable de aquella Comisión, siempre he estado dispuesto a declarar sobre todo lo que me conste del proceso de reconstrucción y del manejo de sus fondos. No es difícil entender porqué soy de los más interesados en que esa indagatoria llegue a sus últimas consecuencias, con seriedad (entre otras cosas por eso renuncié a tal cargo).

El problema es que jugarretas como la narrada aquí pueden dar al traste con una investigación que le importa a la Ciudad y en especial a los damnificados, tres veces dañados, si se comprueban esos actos de corrupción.

Y además: es una historia que le importa al lector, sí, a usted, pues tenemos un sistema que inventa, inculpa, filtra, se desdice de modo instantáneo y un día, cuando usted esté desayunando…